25 enero 2013

Pariendo al niño feo



Leo en prensa que un científico de Harvard busca “una mujer aventurera” para dar a luz a un bebé Neanderthal. La idea al parecer proviene del especialista en biología sintética George Church y que se utilizarían técnicas de clonación.

Posteriormente, en declaraciones a la prensa, Church afirma que sus palabras se han malinterpretado y que él nunca quiso decir lo que la prensa había publicado. En cualquier caso, la polémica ya se ha desatado y será difícil devolver el genio a la lámpara.

¿Es una buena idea resucitar una antigua especie extinguida? Tarde o temprano se hará, ya sea con una abeja, con un mamut o con un tigre dientes de sable. Pero la cosa cambia bastante cuando hablamos de un ser racional. Porque está claro que los neanderthales tenían una inteligencia similar a la nuestra.

La cuestión es: ¿quién asume la responsabilidad de restaurar lo que se extinguió si además es una especie inteligente? ¿Debemos permitir que la ciencia juegue a ser Dios o lo consideramos como un simple experimento?

¿Qué derechos tendría el neanderthal en cuestión? ¿Los mismos que nosotros? ¿No se sentiría diferente toda la vida? Porque está claro que aunque se le intentase educar como un homo sapiens sapiens, no lo sería del todo.

Hay un magnífico relato de Isaac Asimov, “El niño feo”, premonitorio de esta situación, en que se plantea algo muy similar. Es de aquellos casos en los que la ciencia ficción se adelantó a su tiempo unas cuantas décadas.

El debate está servido.

23 enero 2013

Thomas Disch y la memoria



Hace poco he leído un artículo del escritor de ciencia ficción Thomas Disch en la revista Gigamesh hablando acerca de la naturaleza de la ciencia ficción que me ha hecho reflexionar. Aunque ya advierto que no comparto muchas de sus afirmaciones, sí que algo de razón tiene.

La tesis principal de Disch es que la ciencia ficción no deja de ser una rama de la literatura infantil y juvenil. Al menos, buena parte de la ciencia ficción clásica y mucha de la que se sigue publicando en la actualidad.

Personajes con complejo de “emperador de todas las cosas”, generalmente jóvenes e incomprendidos que acaban salvando el Universo de una terrible amenaza y que se convierten de la noche a la mañana en héroes galácticos.

De acuerdo, algunas novelas juveniles de, pongamos por caso, Heinlein son así. Pero ni si quiera todo Heinlein es así. Es cierto que la ciencia ficción de la época pulp tenía muchos estereotipos de esta clase, pero creo que el género ha evolucionado mucho.

Asimismo, otro tanto se podría decir de la literatura fantástica, que parece acercarse más al tópico descrito por Disch. Pero no veo este esquema por ningún lado en novelas como Crónicas marcianas de Ray Bradbury, 1984 de George Orwell o 2001. Una odisea en el espacio de Arthur C. Clarke.

Sí que es cierto que otras novelas, parecen encajar muy bien en este esquema, como El juego de Ender de Orson Scott Card o Dune de Frank Herbert, en los que el héroe adolescente acaba triunfando, con más o menos dificultades y matices y se acaba convirtiendo en el jefe del cotarro, especialmente en Dune.

Si pasamos a las novelas cortas o a los relatos, creo que encontramos todavía una mayor variedad de temas y menos recurrencia “emperador de todas las cosas” spinradiano. Hay magníficos relatos como “Una canción para Lya” o “El camino de la cruz y el dragón” de George R. R. Martin, “Nieve” de Crowley o “¡Arrepiéntete Arlequín!, dijo en señor Tic-Tac” que no encajarían –para nada- en el esquema que pretende imponernos Disch.

En cualquier caso, es buena la polémica, porque nos obliga a replantearnos ciertas cosas. Uno de los argumentos de Disch es que la literatura fantástica suele anidar en las mentes juveniles durante la adolescencia y que difícilmente lo haría en la edad adulta. Pero es que creo que esto es válido para muchos otros géneros que tienen poco de infantil, como las novelas de detectives, la novela histórica u otros géneros.

La adolescencia es tiempo de cambios y es una época bastante movidita, por lo que hay que tener en cuenta que mucho de lo que después se fijará en la edad adulta, ha tenido su origen durante esta etapa de nuestras vidas. No creo que por ello, lo que empezamos durante la juventud sea necesariamente infantil.

Sí que es cierto que muchas novelas que a lo mejor nos maravillaron durante la adolescencia después, al ser releídas con el paso de los años y disponer de muchas otras lecturas a nuestras espaldas, nos parecen aburridas o incluso nos sorprende que causasen tanto impacto la primera vez que fueron leídas. Otras, en cambio, conservan la frescura del momento.

A mí, particularmente me ha pasado con las Fundaciones, de Asimov o con Dune, de Herbert, que me puedo releer con gusto. En cambio, La ciudad y las estrellas, de Clarke me pareció bastante poca cosa cuando me la releí hace pocos años, mientras que la recordaba con mucho cariño de la primera lectura que hice.

Así pues, concluyo que hay libros que tal vez sea mejor no releer nunca, para que se conserve el buen recuerdo en nuestra memoria, siempre y cuando no queramos hacer una defensa a ultranza de ellos, a costa de todo.

22 enero 2013

Luz de estrellas lejanas / George R. R. Martin



Luz de estrellas lejanas
George R. R. Martin
Dreamsongs: A RRestrospective (2003)
Gigamesh
Págs: 432
2013


Se trata de una autobiografía literaria de George R. R. Martin en la que combina capítulos en que explica cómo ha ido evolucionando su escritura y por qué y cómo escribió lo que escribió y sus relatos cortos, algunos de los cuales son bastante conocidos, mientras que otros posiblemente sea la primera vez que ven la luz en una recopilación.
 
El primero de ellos, “Sólo los niños temen a la oscuridad” es algo infantil y suena mucho al lenguaje del cómic. De hecho, es una especie de cómic sin viñetas sobre un diablo primigenio, un poco al estilo de Cthulhu y una especie de superhéroe que se le enfrenta.

“La fortaleza” es un relato mucho más maduro e interesante y trata sobre un episodio de las guerras ruso-finlandesas, sobre la caída de una fortaleza finlandesa apodada “el Gibraltar del norte”.

“Y la muerte, su legado” es un relato sobre un líder político americano de corte fascista y de un millonario con una enfermedad terminal que decide hacer algo para poner fin a la trayectoria del político fascista, aunque las cosas no siempre salen como están previstas.

“El héroe” es un interesante alegato en contra del militarismo que plantea un tema nada desfasado: qué hacer con los héroes de guerra cuando éstos deben reincorporarse a la vida civil.

“La salida a San Breta” es una fantasía futurista sobre un coche fantasma en una autopista abandonada, en una época en que los vehículos aéreos han tomado el mando y circular en coche se ha convertido en algo propio de cuatro friquis.

En “Esa otra clase de soledad” se nos cuenta la terrible soledad del encargado de una estación de tránsito de naves que vigila una especie de agujero de gusano en las afueras del sistema solar y en cómo esta soledad llega a afectarle trágicamente.

“Cuando llega la brumabaja” es un bellísimo relato sobre la pérdida del encanto debido al exceso de racionalismo de las cosas. Se trata de un canto a la falta de poesía y de misterio en la vida moderna, tan racional y científica.

“Una canción para Lya” es tal vez el mejor relato de la antología, de lejos. Trata de una pareja de telépatas que son llamados a investigar la conversión a un curioso culto alienígena en un planeta en el que los humanos conviven con los alienígenas y en cómo este culto acaba afectando a Lya, la parte femenina de la pareja de telépatas.

“Esa torre de cenizas” es un triste relato de abandono amoroso, escrito por Martin justamente cuando estaba atravesando un desengaño de este tipo. Pero también es uno de los mejores relatos en los que inventa xenomorfos, esto es, seres alienígenas extraños, con una atmósfera oscura y misteriosa, pero también enormemente romántica.

“Y siete veces digo: al hombre no matarás” tiene un cierto gusto a “El nombre del mundo es bosque” de Ursula K. Le Guin. Se trata de la historia de un comerciante que trata de salvar de su propia inocencia a los habitantes de un remoto planeta ante unos fanáticos religiosos muy superiores en tecnología a los nativos.

“La ciudad de piedra” es otro de los grandes relatos de Martin de todos los tiempos. Es la historia de un humano perdido en una antiquísima ciudad de piedra, antesala de un puerto espacial alienígena, remoto y alejado del universo humano y transmite una enorme sensación de extrañeza y soledad.

“Hieles de tierra” es un relato a medio camino entre la fantasía y la ciencia ficción, que trata de un mundo invernal en el que la protagonista es salvada por una especie de bruja que utiliza la tecnología de us nave para simular un mundo ideal en el que poder vivir con la protagonista.

“El camino de la cruz y el dragón” es otro de los mejores relatos de Martin. Es la historia de un inquisidor católico del futuro que debe hacer frente a una herejía de una secta que ha santificado a Judas Iscariote. El relato es de una gran belleza y es de mis favoritos y traspúa tristeza y cinismo por todas partes.

“Las canciones solitarias de Darren Dorr” es otro relato a caballo entre la fantasía y la ciencia ficción y narra las desventuras de un príncipe-dios exiliado en un planeta remoto al que una mujer de gran resolución ha accedido buscando a su amor perdido.

“El dragón de hielo” es una bella fantasía infantil de corte medieval sobre una niña nacida en lo más crudo del invierno amiga de un dragón de hielo, criatura mítica cuya aparición es temida por todos salvo por la niña y que acabará teniendo un papel decisivo en la conclusión de la historia.

Finalmente, “En las tierras perdidas” es un relato claramente de corte fantástico con paladines, princesas, hechiceras y hombres-lobo, todo mezclado de manera original y con una moraleja: vigila con lo que deseas, porque igual lo consigues.

21 enero 2013

Cuánto espacio desaprovechado



En la película Contact, basada en la obra homónima de Carl Sagan, la protagonista, Eleanor Arroway dice, en referencia a la enormidad del Universo y la posibilidad de que haya vida inteligente en algún sitio, “Si no hay vida inteligente, ¡cuánto espacio desaprovechado!”.

Parece ser que las últimas estimaciones sobre la cantidad de exoplanetas existentes en nuestra galaxia de un tamaño similar al de la Tierra es muy superior al esperado. Concretamente, habría una cantidad ingente de planetas potencialmente similares a la Tierra en la zona habitable de sus respectivos sistemas estelares, cosa que podría convertir la existencia de vida –y en último término, de vida inteligente- en algo común en nuestra galaxia.
Vaya, que la ecuación de Drake, que sirve para estimar el número de civilizaciones extraterrestres en nuestra galaxia podría arrojar un número bastante elevado. Naturalmente, sigue viva la incógnita de cuál es la probabilidad de que un sistema potencialmente habitable desarrolle vida y, posteriormente, vida inteligente. Eso aún no lo sabemos, porque la única vida que hoy por día conocemos se encuentra toda en un solo planeta: la Tierra. Nuestro planeta.

Tal vez el Universo esté rebosante de vida, pero la vida inteligente sea extremadamente rara. O puede ser todo lo contrario: que haya civilizaciones extraterrestres a la vuelta de la esquina.

En todo caso, se nos presenta la temible paradoja de Fermi: “Si hay tantas civilizaciones inteligentes, ¿dónde están? ¿Por qué no nos visitan o se ponen en contacto con nosotros?”.

Una posibilidad optimista es que tal vez no nos han detectado. O tal vez sus métodos de comunicación son muy diferentes de los nuestros. Tal vez la comunicación sea imposible o muy dificultosa, como exponía en muchas de sus obras Stanislaw Lem. O tal vez estamos en una zona poco poblada.

Y en el “peor” de los casos, tal vez estemos solos. Entonces, somos mucho más raros y valiosos todavía y, visto por el lado positivo, tenemos mucho espacio por recorrer y la galaxia nos está esperando. Quién sabe. Pero visto el ritmo a que se van descubriendo exoplanetas, cada vez más pequeños y similares a la Tierra, no me extrañaría que muy pronto descubramos que la vida es más común de lo que nos esperábamos, aunque otro cantar seea la vida inteligencia.

De momento, nuestros oídos cósmicos, el proyecto SETI, no ha detectado gran cosa. Aunque en comparación con lo que se investiga en otras áreas del conocimiento, la búsqueda de señales alienígenas ni está muy extendido ni está muy de moda. En una época de recortes en todos los programas de investigación básica, los proyectos tipo SETI tienen todas las de perder.

17 enero 2013

Mugidos



Ya he comentado en alguna ocasión anterior que las crisis en el mundo editorial español de la ciencia ficción son periódicas y más o menos predecibles. Pero actualmente estamos en un período de vacas flacas que parece no tener fin.

Tras finales de los noventa, se abrió un período de bonanza económica que se vio reflejado en el aumento de la oferta editorial en el mundo español. Eran los buenos tiempos. Algunas editoriales que parecían languidecer, como Minotauro, tuvieron un nuevo esplendor, en parte gracias a las buenas ventas del mundo de El Señor de los Anillos.

Por otro lado, también parecían renacer editoriales como Edhasa, aunque de manera efímera, y tenían su agosto Ediciones B con su colección Nova. También fueron los tiempos en que aparecieron otras editoriales, como La Factoría de Ideas o Bibliópolis. Por poner, hasta se reeditaron las novelas del Orden Estelar de Ángel Torres Quesada.

Pero estaba claro que tanta saturación de libros en el mercado no podía aguantar. Sumémosle la crisis económica y el auge del libro electrónico (fina denominación para “pirateo masivo en el mundo editorial”) y el fin del tirón de ciertos productos como los de la factoría Tolkien.

¿Qué queda de aquella orgía pantagruélica? Pues muy poquito. Ediciones B apenas edita ciencia ficción. Minotauro, lo hace a cuentagotas y Gigamesh hace lo que puede, dentro del boom de las novelas fantásticas de Martin. Edhasa casi no respira y La Factoría, la más activa en el sector todavía, tampoco está para lanzar cohetes. Y en cuanto a Bibliópolis, sobrevive reeditando a viejas glorias del pasado, como Asimov.

Es cierto que algunas novelas de ciencia ficción de la corriente principal (mainstream) han tenido buena prensa y han vendido lo suyo. Pero en lo que respecta a autores clásicos o a nuevas promesas consolidadas, la cosa está bastante negra.

Sumémosle que no quedan revistas más o menos potentes de ciencia ficción en español y nos encontramos con que si queremos acceder a las novedades del mundo editorial, especialmente a las del mundo anglosajón, no nos queda más remedio que aprender inglés.

¿Sucede lo mismo en el mundo anglosajón? Es evidente que no. Si bien es cierto que los efectos del libro electrónico también se notan allí, hay mucha mayor vitalidad. Lo dicho, ¿no hay otra solución que aprender inglés? Para un país en que eso del inglés es “complicado”, me temo que la solución se va a hacer esperar.

Hay otras posibilidades, aunque bastante minoritarias. Publicaciones a medida con tiradas personalizadas, micromecenazgos, pequeñas editoriales… pero no dejan de ser maneras distintas de pasar hambre.

No nos equivoquemos. Esto no es patrimonio exclusivo del mundo de la ciencia ficción. El ensayo tampoco está pasando por muy buenos momentos. Y no hablemos de géneros literarios minoritarios, como la poesía. La concentración de editoriales en el panorama español está pasando factura y al final se acaba editando sólo aquello más comercial, mientras que los géneros minoritarios se resienten.

En resumidas cuentas, si miramos las previsiones de publicación de nuevas obras de ciencia ficción de las editoriales españolas para el 2013, es para ponerse a llorar. Vaya, que las vacas no sólo son flacas, sino que además mugen en inglés.