15 junio 2020

Las Matemáticas y la ciencia ficción


No voy a hablar de la presencia de las matemáticas en la ciencia ficción, ya que eso me llevaría años. Me voy a limitar a citar algunos ejemplos de la ciencia ficción en los que las matemáticas en sí mismas son protagonistas.

Empezaremos con una novela: El último teorema (The Last Theorem, 2008), de Arthur C. Clarke y Frederik Pohl, que narra las aventuras de un joven matemático de Sri Lanka -Ranjit Subramanian- que se obsesiona con encontrar la demostración del último teorema de Fermat.

También me gustaría citar un relato clásico de Isaac Asimov: “Sensación de poder”, (”The Feeling of Power”, 1958), en el que se habla de una sociedad futura en la que el cálculo manual de las operaciones matemáticas básicas se ha perdido debido al uso continuado de las calculadoras. De hecho, fue un presagio de lo que nos encontramos hoy día: que la inmensa mayoría de la gente es incapaz de hacer una división por dos cifras de manera manual y no hablemos ya de una raíz cuadrada, sin utilizar una calculadora.

En “Luminoso” (“Luminous”, 1995, Finalista del Premio Hugo 1996), de Greg Egan, contenido en la antología que lleva el mismo nombre que el relato, dos estudiantes -Bruno y Alison- descubren una extraña anomalía en las Matemáticas que generan una contradicción lógica, cuando un teorema puede ofrecer un resultado y su contrario al mismo tiempo.

En El espectro del Titanic (The Ghost from the Grand Banks, 1990), de Arthur C. Clarke, una novela bastante menor del escritor británico, aparecen algunos conceptos matemáticos interesantes, como el Conjunto de Mandelbrot, que por aquel entonces, cuando fue publicada la novela, no era tan conocido como hoy día.

También me gustaría comentar una idea que aparece en la serie de novelas de David Brin de La elevación de los pupilos: que el cálculo infinitesimal y la idea de continuidad es una contribución original de la Humanidad al universo de las Matemáticas, ya que los alienígenas de las novelas, al parecer trabajan con matemáticas discretas. Bueno, un ejemplo más del clásico “¡qué buenos que somos los humanos!”, tan típico del autor.

Y para acabar, una novela que fue llevada al cine: Contact (1985, Premio Locus 1986), de Carl Sagan. La película es de Robert Zemeckis (2007). En ella, entre muchas otras cosas, aparece una digresión sobre la normalidad del número Pi en base 11 y sobre la supuesta posibilidad de que contenga un mensaje oculto de ¿Dios?