Las Matemáticas y la ciencia ficción
No voy a hablar de la
presencia de las matemáticas en la ciencia ficción, ya que eso me llevaría
años. Me voy a limitar a citar algunos ejemplos de la ciencia ficción en los
que las matemáticas en sí mismas son protagonistas.
Empezaremos con una
novela: El último teorema (The Last Theorem,
2008), de Arthur C. Clarke y Frederik Pohl, que narra las aventuras de un joven
matemático de Sri Lanka -Ranjit Subramanian- que se obsesiona con encontrar la
demostración del último teorema de Fermat.
También me gustaría citar
un relato clásico de Isaac Asimov: “Sensación de poder”, (”The Feeling
of Power”, 1958), en el que se habla de una sociedad futura en la que
el cálculo manual de las operaciones matemáticas básicas se ha perdido debido
al uso continuado de las calculadoras. De hecho, fue un presagio de lo que nos
encontramos hoy día: que la inmensa mayoría de la gente es incapaz de hacer una
división por dos cifras de manera manual y no hablemos ya de una raíz cuadrada,
sin utilizar una calculadora.
En “Luminoso” (“Luminous”,
1995, Finalista del Premio Hugo 1996), de Greg Egan, contenido en la antología
que lleva el mismo nombre que el relato, dos estudiantes -Bruno y Alison-
descubren una extraña anomalía en las Matemáticas que generan una contradicción
lógica, cuando un teorema puede ofrecer un resultado y su contrario al mismo
tiempo.
En El espectro
del Titanic (The Ghost from the Grand Banks,
1990), de Arthur C. Clarke, una novela bastante menor del escritor británico,
aparecen algunos conceptos matemáticos interesantes, como el Conjunto de
Mandelbrot, que por aquel entonces, cuando fue publicada la novela, no era tan
conocido como hoy día.
También me gustaría
comentar una idea que aparece en la serie de novelas de David Brin de
La elevación de los pupilos: que el cálculo infinitesimal y
la idea de continuidad es una contribución original de la Humanidad al universo
de las Matemáticas, ya que los alienígenas de las novelas, al parecer trabajan
con matemáticas discretas. Bueno, un ejemplo más del clásico “¡qué buenos que
somos los humanos!”, tan típico del autor.
Y para acabar, una novela
que fue llevada al cine: Contact (1985, Premio Locus 1986),
de Carl Sagan. La película es de Robert Zemeckis (2007). En ella, entre muchas
otras cosas, aparece una digresión sobre la normalidad del número Pi en base 11
y sobre la supuesta posibilidad de que contenga un mensaje oculto de ¿Dios?
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