15 agosto 2021

¿Trascenderá?

Muchas veces me he preguntado si la literatura fantástica tendrá una cierta fama dentro de unos siglos.

 

Podemos prospectar yendo al pasado y viendo qué ha sucedido con la literatura fantástica más antigua. Por ejemplo, Frankenstein es una obra muy conocida hoy día, aunque reconozco que tal vez se deba al imaginario suscitado por sus versiones cinematográficas.

 

Autores como Jules Verne o H. G. Wells también son conocidos, o autores de algunas distopías memorables como ¿Un mundo feliz? (Aldous Huxley) o 1984 (George Orwell) también tienen bastante predicamento.

 

Y no hablemos de obras como Drácula o El Señor de los Anillos, iniciadoras de subgéneros fantásticos propios.

 

En lo que respecta a la literatura fantástica posterior, ¿tendrá la misma repercursión? Tal vez no. En parte porque lo que está más de moda hoy día son las películas y, sobre todo, las series.

 

A veces estas están basadas en libros (como Juego de Tronos) y a veces no (Star Wars o Star Trek).

 

Supongo que los historiadores del futuro recurrirán a la ciencia ficción para conocer cuáles eran los sueños y los temores de la Humanidad de los siglos XX y XXI.

 

En lo que respecta a la fantasía o al terror sobrenatural, también revelan mucho de los temores y los anhelos de la Humanidad. Nos hablan del poder, la amistad, la corrupción de los ideales o los temores más atávicos de nuestro ser.

 

Está claro que no todos sobrevivirán. Algunos que parecía que morirían pronto, como las obras de Asimov, gozan de muy buena salud. Supongo que sus novelas de Robots tendrán más éxito en el futuro que las relacionadas con los Imperios galácticos.

 

Otro autor que parece gozar de buena salud es Frank Herbert, especialmente en lo que se refiere a su obra maestra: Dune. Desde su muerte no paran de hacer películas y series sobre su Universo y no parecen cansarse. Las novelas se siguen reeditando, de lo que deduzco que deben venderse bien y la temática de su universo es suficientemente rica y compleja como para mantenerse aún de moda.

 

Otros, en cambio, como Arthur C. Clarke, autor de obras que en su día tuvieron mucho predicamento, como 2001. Una odisea en el espacio, Cita con Rama, El fin de la infancia o La ciudad y las estrellas, parecen haber quedado cubiertas con un fino manto de polvo propio del olvido. Como mínimo, lo parece.

 

Y otros, como Philip K. Dick, aparecen y desaparecen, en función de cuándo se llevan sus obras al cine o se convierten en series. El último ejemplo ha sido El hombre en el castillo, cuya adaptación en formato de serie creo que ha sido excelente.

 

La literatura fantástica no ha dicho su última palabra sobre su propio futuro. Sigue existiendo y sigue evolucionando, aunque últimamente no está muy claro que tendencias o subgéneros predominan. Es más una especie de totum revolutum. Habrá que dejar pasar tiempo a que el brevaje se pose y aflore lo que tenga que aflorar.