22 abril 2009

La frágil memoria

Me estoy releyendo la colección de relatos de Ursula K. LeGuin, Las doce moradas del viento, cosa que se está demostrando que era muy necesaria porque me estoy dando cuenta que apenas si recordaba nada de nada de la primera vez que lo leí, hace quince años.

Mucho ha llovido desde que Miquel Barceló entró en el aula de Telecomunicaciones en que estudiaba por aquel entonces y me dejó unos pocos libros de ciencia ficción, entre los que estaba esta magnífica colección de relatos de LeGuin que aún no había leído y que él consideraba imprescindible que debía leer. Y por ello le estaré siempre muy agradecido.

En aquella época mis gustos en ciencia ficción eran limitados y se limitaban a unos pocos autores: Asimov, Clarke, Herbert, Heinlein o Card. No había leído nada de LeGuin, ni de Tiptree, ni de Dick y apenas había caído en mis manos algún relato esporádico de Bradbury o de Silverberg.

LeGuin fue un descubrimiento. Especialmente porque a mí, por aquel entonces, la fantasía no me gustaba en absoluto y, para que os hagáis una idea, le tenía una manía patológica a El Señor de los Anillos, libro que me juré que jamás leería. Cómo cambian las cosas.

Sin embargo, algo de aquellos resabios han perdurado. Debo reconocer que la fantasía heroica o la fantasía oscura, salvo unas pocas excepciones, no me atrae especialmente y que prefiero aquello que puede ser explicado racionalmente, aunque sea traído por los pelos (léase: ciencia ficción).

Tampoco el terror me atrae especialmente. No tanto por la componente fantástica, sino porque soy muy aprensivo. Recuerdo que cuando vi Señales estuve una larga temporada con un vaso de agua bien a mano...

Volviendo a Las doce moradas del viento, es curioso que el único detalle que recordaba perfectamente es una breve referencia a los empastes de muelas en el relato "Abril en París". Nada más de la magnífica serie de relatos que componen esta notable antología. La memoria, además de frágil, es ciertamente caprichosa.

Por eso son buenas las relecturas. Porque nos vuelven a presentar relatos que, a lo mejor en su día no nos gustaron o no entendimos o, al revés, narraciones que por aquel entonces sobrevaloramos.

El problema es que con tal cantidad de lecturas pendientes debido al marasmo de publicaciones de género que rebosan en mis estanterías, es difícil hacerle un huequecito a las relecturas. Aun así, es necesario releer los clásicos, que por algo lo son.

1 Comments:

At 9:31 a. m., Blogger Jorge Vilches said...

Yo estoy releyendo "La guerra de los mundos". La leí cuando tenía trece años, dos veces, y ahora, que ha llovido, y mucho, repaso aquella lectura que marcó mi vida. Nada fue igual después.
Ahora me pasa lo mismo que a ti: descubro cosas nuevas y otras que no recordaba.
Con tanto comecocos sobre la crisis de la CF, olvidamos la cantidad de clásicos que aún no hemos leído o que deberíamos releer.
Buena entrada, Yarhel.
Un abrazo.

 

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