30 agosto 2007

El barullo

Esto del fandom español es extraordinariamente endogámico. Vaya, que todo el mundo se conoce y hay que andarse con pies de plomo porque si no, te cortan las gónadas.

Lo cierto es que cada vez que he escrito un post atacando ciertas cosas del fandom que no me gustan, ha habido una serie de intervenciones, indefectiblemente, poniéndome a parir, con razón o sin ella.

Parece que, por mucho que algunos se empecinen en lo contrario, ciertas personas –escritores, editores o incluso aficionados- son intocables y cuando uno se siente atacado (?) en seguida llama a los amigotes para que suelten la caballería.

¿Por qué debería extrañarme? Cuando estuve en Cyberdark ya vi cosas de este tipo, algunas bastante gordas que no voy a revelar, aunque tan sólo sea por decoro y porque no quiero dejar en ridículo a más de uno de esos que van de vacas sagradas. Si ellos no tienen vergüenza, yo tengo vergüenza ajena, ¡qué queréis que os diga!

Entiendo que este post está resultando algo críptico y cargado de referencias no explícitas, así que trataré de concretar un poco más, para no dar la impresión de que estoy hablando solo.

Creo que el fandom es algo, en general, positivo y muy interesante. No sé si es algo exportable a otras literaturas o si sería positivo para ellas, pero creo que hay una interesante interrelación entre lectores, escritores, editores y críticos que en pocos sitios se dan.

Ahora bien, precisamente porque existe esta íntima interrelación, después pasa lo que pasa. No es culpa de nadie en concreto. Simplemente, los seres humanos somos como somos. Cuando intimamos y nos relacionamos a un cierto nivel, surge lo mejor y lo peor de todos nosotros.

Si aplicamos esto al fandom no es de extrañar que haya gente muy maja que te deja un libro sin conocerte, aun a riesgo de que no se lo devuelvas o que pierde un buen rato escribiéndote un mail, asesorándote sobre cómo leer los relatos del ciclo de Cthulhu o de Poe, por poner un par de ejemplos.

También hay escritores y escritoras muy majos, algunos hasta tímidos, que están encantados de comentar su obra con el aficionado o incluso a irse de copas contigo. De eso hay y hay bastante.

Pero por desgracia también está el escritor borde redomado que te mira con cara de desprecio cuando le pides un autógrafo, el editor incapaz de soportar una crítica, ni que sea constructiva, o el escritor friqui que cuando le rozas un pelo llama al primo de Zumosol para que te sacuda de lo lindo, porque tiene el ego más sensible que el culito de un androide.

Y, por supuesto, están los amigos, los enemigos, los friquis, los megafriquis, los enterados, los despistados, los envidiosos, los que sólo han leído a Asimov o a Tolkien, los que se lo han leído todo, absolutamente todo, los simpáticos, los cínicos, los iracundos, los que se ponen a discutir de política, los que son incapaces de leer nada fuera de la literatura fantástica…

¡Caramba! Si parece un anuncio de cierta bebida refrescante de cola… Todo esto es el fandom. Mi opinión personal es la que es y difícilmente cambiará. Resumiendo: no me gusta el contacto directo con los autores (en general), no me gustan demasiado las Cones y veo más barullo en el mundillo del que me apetece.

Pero del barullo han salido proyectos de fanzines muy interesantes o páginas tan maravillosas como en su día lo fue Cyberdark y que ahora otros tratan de ser, como SeDice o La Tercera Fundación por citar algunos ejemplos.

En fin, que las pulgas van con el perro, aunque en las tiendas de animales, creo que venden collares desparasitadores…