01 junio 2023

Se veía venir

Responder a la pregunta: “¿Qué es la ciencia ficción?” puede ser algo arduo. Pero responder, en cambio, a la pregunta: “¿Para qué sirve la ciencia ficción?” ya es harina de otro costal.

 

A parte de para lo que pueda servir la literatura, la ciencia ficción tiene el valor añadido que nos permite conocernos mejor a nosotros mismos como especie y prepararnos para el futuro y para los problemas que nos acechan.

 

Hace décadas que la ciencia ficción nos viene hablando de sequías, del cambio climático, de mundos contaminados o superpoblados, de la guerra nuclear, de los peligros de la manipulación genética, de las pandemias, de las grandes catástrofes naturales ante las cuales nos hayamos indefensos, del dominio de las grandes corporaciones, del resurgimiento de los fascismos y de los regímenes autoritarios…

 

Realmente, cualquiera que se haya leído libros como “¿Un mundo feliz?”, de Aldous Huxley; “1984”, de George Orwell; “¡Hagan sitio, hagan sitio!”,de harry Harrison; “Todos sobre Zanzíbar”, de John Brunner, “Tierra”, de David Brin, “Fahrenheit 451”, de Ray Bradbury y un largo etcétera, no puede alegar que no estaba preparado para lo que se nos viene encima o ya estamos viviendo.

 

De hecho, estoy convencido que el grito de alarma que ha surgido de algunas de estas obras ha servido para concienciarnos como especie de los riesgos que estábamos incubando y que, tal vez, el mundo es un poco menos malo gracias a que los escritores de ciencia ficción nos avisaron de lo que venía.

 

Eso sí, una de las cosas más humanas que hay es no hacer caso de quienes nos advierten de los peligros. Los griegos ya crearon el mito de Casandra, como ejemplo. Casandra, una de las hijas de Príamo y Hécuba, reyes de Troya, fue condenada por el dios Apolo, a quien contrarió, a poder predecir el futuro, pero que la gente no la creyese jamás. Naturalmente, acabó loca. Y un poco este es el sentimiento de parte de la comunidad científica que no para de alertarnos, por ejemplo, de los peligros del cambio climático mientras la gente mira para otro lado.

 

La ciencia ficción sigue en activo y desde hace décadas que nos habla de los riesgos de la inteligencia artificial y de los robots. Uno de los grandes maestros del tema fue Isaac Asimov, a quien creo que en el futuro harán bastante más caso del que le han hecho hasta ahora. Sus tres leyes de la robótica darán mucho que hablar, conforme se desarrollen robots humaniformes que puedan sustituirnos total o parcialmente. Estoy plenamente convencido.

 

Y muchos otros tantos como él. La ciencia ficción no son batallitas del espacio y ensaladas de tiros con pistolas de rayos láser. Es algo bastante más profundo, aunque mucha gente no lo haya entendido así. Gente que, por cierto, jamás se ha acercado a un libro o una película de ciencia ficción seria.

 

Miquel Barceló, uno de los grandes popes del mundillo, le pedía a legisladores, jueces y fiscales que utilizasen la ciencia ficción como experimentación de nuevas ideas y teorías. El problema de las ciencias sociales es que no es posible experimentar con personas de cualquier manera por cuestiones éticas. Pero puede hacerse mucho desde la literatura. De hecho, ¿qué fue en parte, si no, la corriente literaria naturalista del siglo XIX?

 

La ciencia ficción tiene mucho que decir todavía. Podemos encontrar cientos de ejemplos en sus novelas y relatos para cada uno de los problemas que hoy día tenemos o que podamos prever en el futuro. Pero incluso esta es limitada. No podemos preverlo todo, así que almenos aprovechemos lo que sí que podemos vaticinar.