Ciudades utópicas
La ciencia ficción es
pródiga en construir ciudades futuristas utópicas. Tanto en la literatura como
en el cine, las ciudades espectaculares y perfectas abundan. Supongo que porque
en nuestro mundo brillan por su ausencia. Me limitaré a citar aquí las que aparecen
en la ciencia ficción, dejando para otro día las del subgénero fantástico.
La primera que nos viene a
todos a la mente es Coruscant, de Star
Wars. Todo el planeta capital de la galaxia es una ciudad, que
alberga la sede del Senado de la República, del Consejo Jedi y de las otras
instituciones del Estado.
Coruscant
está claramente inspirado en Trántor, otro planeta-ciudad,
en este caso del universo del Imperio Galáctico y de las
Fundaciones de Isaac Asimov, así como en sus precuelas.
Trántor
estuvo inspirada inicialmente en Roma, pero posteriormente viró hacia Nueva
York. El palacio-jardín del Emperador de la Galaxia, único espacio al aire
libre del planeta, recuerda tanto a la Domus Aurea del
emperador Nerón, en Roma, como a Central Park /b> de Nueva York. No
en vano, Asimov tenía un apartamento con vistas a Central
Park. También podría haberse inspirado parcialmente en Tokyo, con su
palacio imperial ajardinado, en medio de la ciudad, que complica enormemente el
tráfico rodado.
Y por supuesto, también
podemos citar otra de las grandes ciudades-planeta del universo fundacional:
Términus, capital de la Primera Fundación, aunque no hay
demasiadas descripciones en la obra de Asimov sobre este planeta, que va
evolucionando con el paso de los siglos y pasa de un entorno más o menos rural,
a otro de tipo urbano.
Otra ciudad utópica es
Diaspar, que aparece en La ciudad y las
estrellas, de Arthur C. Clarke. En este caso,
Diaspar es la ciudad perfecta, el culmen de la creación de
la Humanidad, algo en teoría perfecto, insuperable. Demasiado perfecto, de
manera que la trama de la novela se desarrolla con el nacimiento de un humano
después de que no naciese en ella nadie desde tiempos inmemoriales.
En el cine, tenemos a
Sión, de la serie de películas de Matrix.
Sión es una ciudad subterránea, sede de los luchadores
humanos por la libertad, en la que las infraestructuras son de tamaño
gigantesco.
Y no podemos olvidarnos de
la Metrópolis, de Fritz Lang. Una ciudad en parte aérea y en
parte subterránea. La parte no visible de la ciudad está habitada por
trabajadores esclavizados que hacen todo el trabajo sucio, mientras que los
habitantes de la superficie, claramente arios y perfectos, viven de la renta
del trabajo de los esclavos.
Finalmente, me gustaría
citar la ciudad de San Ángeles, que aparece en
Demolition Man, resultado de la fusión de varias ciudades de
la costa de California, teóricamente perfecta, en la que la violencia parece
haber desaparecido, la sal y la grasa se consideran insalubres y por tanto,
están prohibidas y en el que la policía se dedica a controlar a unos pocos
insurgentes que se limitan a pintar grafitis en los edificios.
Desde luego, hay muchas
más ciudades utópicas, aunque en la literatura del género abundan mucho más las
distópicas. De hecho, alguna de las que hemos citado, como
Sión son más bien lo segundo y San
Ángeles se podría considerar una pseudoutopía.
De facto, las ciudades
utópicas acaban siendo una pesadilla, porque la supuesta perfección suele
implicar inmovilidad y estancamiento, lo que no suele ser algo bueno para el
espíritu humano, como se ve claramente en el caso de Diaspar.
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