21 mayo 2008

Tempo

En la ciencia ficción, uno de los elementos que a menudo se tratan, son los estados de percepción alterada. Concretamente, la percepción del tiempo. En nuestra retina quedaron grabadas las espectaculares imágenes del tiempo-bala de Matrix, por ejemplo o, mucho antes, en Herejes de Dune, uno de sus protagonistas, Miles Teg, es capaz de moverse a una velocidad superior a la que el ojo humano puede captar. ¿Son todo esto ficciones o existe algún viso de realidad en estas especulaciones?

Recientes experimentos en la percepción demuestran que más bien no. Se sometió a una serie de voluntarios a una experiencia en la que los sujetos eran sometidos a una gran tensión. Concretamente, se lanzaban al vacío suspendidos por los pies desde lo alto de una torre de atracciones. En las manos llevaban un dispositivo en el que se pasaban a gran velocidad una serie de caracteres que, en condiciones normales, los sujetos no podían leer. Se trataba de ver si la experiencia les aguzaba los sentidos.

A pesar de que todos los sujetos tenían la sensación de que la caída transcurría a cámara lenta, es decir, que se les hacía eterna, no eran capaces de discernir los caracteres del dispositivo. Dicho de otra manera, una cosa es la capacidad de percibir y otra muy distinta el tiempo psicológico. Así que, mientras alguien no demuestre lo contrario, lo del tiempo-bala no deja de ser un entretenimiento interesante, pero sin fundamentum in re.

El tiempo psicológico es un fenómeno neurológico de gran complejidad. En él intervienen diferentes áreas del encéfalo, sin que haya una sola que sea la responsable de nuestra percepción temporal. Gracias al estudio de pacientes con anomalías en la percepción del tiempo que tienen algunas áreas del encéfalo dañadas y a la renonancia magnética funcional se han producido grandes avances en el estudio de cómo nuestros cerebros crean la percepción temporal, aunque todavía hay mucho por comprender en este complejo y fascinante campo.