22 noviembre 2019

Reconstruyendo antiguas estirpes


Leo en internet que estamos en disposición de traer de vuelta a los dinosaurios gracias a las últimas innovaciones en ingeniería genética, a lo Jurassic Park (1990). O los neanderthales. Y que si no lo hacemos en el primer caso es por una cuestión de prudencia (¿dónde los metemos?) o de ética en el caso de los segundos (¿es un homínido una persona? ¿tendría derechos?).

La verdad es que me parece muy arriesgado hacer esas afirmaciones tan alegremente. A pesar de que el artículo dejaba claro que no serían los antiguos dinosaurios de verdad, sino algún tipo de híbrido reconstruido, dudo que dispongamos de material genético de muestra de esa antigüedad.

En el caso de los neanderthales o del hombre de Flores, sí que podríamos hacer un intento más fácilmente, pues conservamos bastante ADN original y tan solo habría que rellenar algunos huecos. Pero claro, teniendo en cuenta que la distancia genética entre esas especies de homínidos y la nuestra es muy menor, las pequeñas diferencias a rellenar podrían resultar significativas.

Y desde luego, está la cuestión ética. A mí no me cabe ninguna idea de que serían personas y que deberían ser tratadas con todo respeto y que se les deberían aplicar los derechos humanos. Pero me temo que sería imposible evitar que se los considerase, en última instancia, como animales de laboratorio o, peor: un espectáculo circense viviente.

La ciencia ficción ha explorado estas cuestiones en la trilogía de El paralaje Neanderthal de Robert J. Sawyer, formado por: Homínidos (Hominids, 2002), Humanos (Humans, 2003) e Híbridos (Hybrids, 2003) y anteriormente, en uno de los más emotivos relatos de Isaac Asimov: “El niño feo” (”The Ugly Little Boy”, 1959).

Resucitar una especie extinta conllevaría muchos problemas y muchas cuestiones irresueltas, entre otros motivos, porque no hay precedentes y eso de jugar a ser Dios, siempre puede ser bastante peligroso y se nos puede ir de las manos.

También se está intentando con especies extinguidas por el hombre recientemente (como la cuaga) o no tanto, como es el caso de los mamuts, pero por un motivo u otro, parece que no acaba de llegar la “feliz” noticia. El motivo es que tecnológicamente no es tan sencillo como nos lo pintaban en el Parque Jurásico, de Michael Crichton.

Aunque también me temo que hay mucho dinero en juego. ¿Cuánto no pagaríamos por visitar un ratito un auténtico parque jurásico? ¿O por acariciar una cría de mamut? Y ya sabemos qué sucede cuando hay dinero en juego: que cualquier cortapisa ética suele saltar por los aires. Veremos qué sucede en los próximos años…