08 octubre 2020

Hay otros mundos, pero están en este

Algunas realidades científicas se me hacen algo extrañas y no estaba pensando precisamente en la mecánica cuántica o en la energía oscura.

 

Conocemos mejor la superficie de Marte que los fondos marinos de la Tierra. En el caso de estos últimos, apenos los tenemos cartografiados en detalle en un 20% de su extensión, lo cual no deja de ser paradójico.

 

Porque, a ver, creo que resulta evidente que es más barato cartografiar el fondo marino terrestre que la superficie de Marte, ¿no?

 

Si tenemos en cuenta que los fondos marinos albergan riquezas biológicas y minerales importantes, todavía se entiende menos.

 

Tal vez, sea porque el océano es visto más bien como un gran, un enorme sumidero de porquería, al que lanzar todo tipo de deshechos que, por el hecho de desaparecer de la vista inmediata de nuestras conciencias, parece que han desaparecido realmente.

 

Después pasa lo que pasa: microplásticos (y no tan “micro”) en los peces que comemos, disminución de las capturas, superficies del tamaño de Francia en el Pacífico cubiertas de plásticos, basura hasta en las costas de la Antártida, cargamentos de patitos de goma que dan la vuelta al mundo…

 

Tenemos un respeto nulo por los océanos. Y eso que a parte de los recursos que contienen (y no me refiero solo a recursos económicos, sino a biodiversidad o a producción de oxígeno), nos los tomamos muy poco en serio.

 

Añadámosle que los océanos son los grandes reguladores del clima. Si justificamos enviar una sonda muy cara a las cercanías del Sol para estudiar los efectos que su comportamiento puede tener sobre el clima terrestre, creo que aún com más motivo deberíamos invertir en el estudio de los océanos terrestres.

 

Al final, acabaremos sabiendo más sobre el océano subterráneo de la luna joviana Europa que sobre la corriente del Golfo, que determina el clima de Europa y evitar que vivamos en una edad glaciar.

 

Aunque, como se nos cuenta en el relato “Tromba de agua” (”Waterclap”, 1970) de Isaac Asimov, contenido en la recopilación El hombre del bicentenario, el fondo submarino y el espacio exterior son entornos igual de hostiles para el hombre y mucho más parecidos de lo que pueda parecer a primera vista.