12 diciembre 2005

J. G. Ballard

Hace poco que empecé a leer libros de Ballard. Mi primer contacto con el autor británico fue Aparato de vuelo rasante, una recopilación de relatos que me gustó muchísimo. Comencé entonces a entender a qué se refería la gente cuando hablaba del paisajismo de Ballard.

Para el autor, el paisaje es un protagonista de sus historias, de manera que es del todo determinante en el desarrollo de la trama y, muchas veces, el protagonista principal. Este paisaje puede ser tanto externo (un atardecer, un desierto, una playa...) como interior (psicológico), como estar en relación ambos tipos.

Hay quien dice que los relatos de Ballard son aburridos porque en ellos no pasa nada. Bien, es cierto que en muchos de ellos no hay conspiraciones mundiales, guerras de guerrillas o héroes salvando el Universo (aunque algo de eso también tiene), pero ello no quiere decir que sus narraciones sean sosas o insustanciales.

Para empezar, el lenguaje que utiliza, sin ser retorcido o pretendidamente culto, es preciosista y utiliza muy bien las palabras, empleando en todo momento el término exacto para evocar las sensaciones que desea.

Por otro lado, si bien es cierto que lo suyo son los personajes retorcidos, con mentalidades poco lineales y a veces sorprendentes, hasta torturadas, casi siempre existe una tensión que concluye en un clímax que no deja indiferente.

Ballard suele ser bastante alegórico, aunque no en el mismo sentido en que lo es Bradbury. Este último suele ser más bien metafórico, mientras que en el primero, la metáfora, cuando está presente, se presenta como una sucesión ininterrumpida de éstas. Un buen ejemplo es el relato "El gigante ahogado" (The Drowned Giant) contenido en Playa terminal (Minotauro), en el que el desmantelamiento del gigante muerto puede interpretarse como una alegoría del mundo de los humanos que destruyen y asimilan los elementos fantásticos o extraños para hacerlos encajar con la realidad de su mundo.

Otra capacidad de Ballard es la de crear paisajes hipnóticos, de gran colorido y textura, como sucede en la novela corta "La ciudad última" (The Ultimate City), en Aparato de vuelo rasante (Minotauro) y la increíble ciudad abandonada que describe, así como la contraposición fascinante entre la naturaleza desbordada de uno de los protagonistas y la tecnología oxidada y dejada.

Tampoco es raro en Ballard el cultivo del humor, que casi siempre suele ser ácido, como en "Vida y muerte de Dios" (The Life and Death of God), "El espectáculo de televisión más grande de la Tierra" (The Greatest Television Show on Earth) o incluso corrosivo, como en "Bilenio" (Billenium).

Por supuesto, Ballard casi siempre es sombrío y pesimista. Eso es un destilado habitual en sus libros, aunque aún he leído pocas novelas suyas como para poder apreciar el Ballard más reciente, el que está obsesionado por los ghettos de la gente rica o por la educación de los niños en palacios de cristal. Todo llegará.