Moneda
Hace ya varios años que
empieza a sonar la posibilidad que el efectivo, el “cash”, las monedas y
billetes, vaya, desaparezcan como forma de pago y sean sustituidos por formas
electrónicas, como la tarjeta de crédito o el pago mediante teléfono móvil.
La tendencia es imparable
y los estados estarían encantados de poder controlar hasta el último céntimo
que se mueve en el mercado para poder acribillarnos a impuestos y tenernos bien
controladitos.
Las grandes -y no tan
grandes- empresas también estarían encantadas de echarle el guante a todos
nuestros pagos y tener una base de datos completa sobre nuestras preferencias
comerciales, para inundarnos con publicidad más selectiva y comerciar con
nuestros datos al por mayor.
De hecho, ya lo hacen,
pero aún existe una importante fracción del comercio que se realiza en efectivo
y se les escapa.
Esto plantea algunas dudas
razonables. ¿Qué sucederá con la economía sumergida? De la ilegal, no me
preocupo, porque siempre la ha habido y seguro que encontrará métodos para ir
de tapadillo, como ha hecho siempre.
¿Tenemos derecho a comprar
y vender sin que papá estado o mamá multinacional meta sus narices en nuestros
asuntos? Bueno, desde que existen los impuestos, me temo que no. Y los
impuestos existen desde hace milenios, así que la cosa no viene de nuevo.
Las transacciones
electrónicas que preveía la ciencia ficción hace décadas, ni si quiera son ya
una novedad. Las tenemos más que asumidas con el dinero de plástico, el dinero
digital, los bitcoins y demás mandangas por el estilo.
La cuestión es si los
estados se atreverán a dar el paso final y a eliminar la moneda y el papel
moneda, un invento supuestamente fenicio de hace varios milenios que tan
arraigado se encuentra en nuestra civilización y que ahora se ve como una
fuente de gérmenes.
Apuesto a que sí, aunque
no es de descartar que surjan formas alternativas de comercio o incluso monedas
no oficiales. Todo será esperar.
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