16 julio 2020

Moneda


Hace ya varios años que empieza a sonar la posibilidad que el efectivo, el “cash”, las monedas y billetes, vaya, desaparezcan como forma de pago y sean sustituidos por formas electrónicas, como la tarjeta de crédito o el pago mediante teléfono móvil.

La tendencia es imparable y los estados estarían encantados de poder controlar hasta el último céntimo que se mueve en el mercado para poder acribillarnos a impuestos y tenernos bien controladitos.

Las grandes -y no tan grandes- empresas también estarían encantadas de echarle el guante a todos nuestros pagos y tener una base de datos completa sobre nuestras preferencias comerciales, para inundarnos con publicidad más selectiva y comerciar con nuestros datos al por mayor.

De hecho, ya lo hacen, pero aún existe una importante fracción del comercio que se realiza en efectivo y se les escapa.

Esto plantea algunas dudas razonables. ¿Qué sucederá con la economía sumergida? De la ilegal, no me preocupo, porque siempre la ha habido y seguro que encontrará métodos para ir de tapadillo, como ha hecho siempre.

¿Tenemos derecho a comprar y vender sin que papá estado o mamá multinacional meta sus narices en nuestros asuntos? Bueno, desde que existen los impuestos, me temo que no. Y los impuestos existen desde hace milenios, así que la cosa no viene de nuevo.

Las transacciones electrónicas que preveía la ciencia ficción hace décadas, ni si quiera son ya una novedad. Las tenemos más que asumidas con el dinero de plástico, el dinero digital, los bitcoins y demás mandangas por el estilo.

La cuestión es si los estados se atreverán a dar el paso final y a eliminar la moneda y el papel moneda, un invento supuestamente fenicio de hace varios milenios que tan arraigado se encuentra en nuestra civilización y que ahora se ve como una fuente de gérmenes.

Apuesto a que sí, aunque no es de descartar que surjan formas alternativas de comercio o incluso monedas no oficiales. Todo será esperar.