03 marzo 2006

Correlaciones: Altius, citius, fortius

Cada vez que hay un evento deportivo de una cierta embergadura, como es el caso ahora de los Juegos Olímpicos de Invierno, me planteo hasta qué punto la filosofía deportiva de los récords y de ser el mejor a cualquier precio no ha tocado fondo hace tiempo ya.

De hecho, no sólo sucede con el deporte, sino con otras manifestaciones artísticas parecidas, como puede ser la danza.

El viejo dicho de altius, citius, fortius ha inspirado exageradamente muchas posturas del deporte, la danza y otras manifestaciones físicas del siglo XX y es el pan nuestro de cada día en el siglo XXI.

De alguna manera, ya se han establecido mecanismos limitatorios en estas modalidades, como son los controles antidopaje, esto es, tratar de evitar que los deportistas utilicen medios artificiales para aumentar sus posibilidades personales. Es decir, para evitar que hagan trampa y nos vendan que son más de lo que en realidad son.

¿Pero dónde están los límites? Recuerdo el caso de un deportista de mi localidad, José Antonio Hermida, un ciclista BTT, medalla de plata olímpica en los Juegos de Atenas, que tiene que llevar a todas las competiciones en que participa un informe médico conforme su anormal hematocrito es de origen natural y no debido a la ingesta de ninguna sustancia.

Por otro lado, se sospecha que algunas sustancias que aumentan el rendimiento de los deportistas son inidentificables mediante análisis sanguíneos o de orina por el motivo que sea (se descomponen muy rápidamente, dejan rastros muy sutiles, etc).

Si las técnicas de detección se van perfeccionando, también lo hacen los métodos para hacer trampa, en una especie de guerra o escalada de armamentos.

En la magnífica novela corta Bailando en el aire de Nancy Kress se trata un tema similar: los aumentos artificiales de las bailarinas protagonistas para realizar gestas que una bailarina normal sería incapaz de efectuar. La narración merece verdaderamente la pena y desde aquí la recomiendo encarecidamente.

¿Ciencia ficción? ¡Ni de lejos! Se ha dado el caso de jugadores de golf, por ejemplo, que se han operado la vista para mejorar notablemente sus capacidades sensoriales hasta extremos extraordinarios. ¿Es eso trampa? En mi opinión sí, pero es una opinión, claro.

¿Cuántos ejemplos más debe haber en el ultracompetitivo mundo del deporte y del espectáculo? No hace falta hablar del cine y Hollywood como meca, donde los artistas que no han pasado por el quirófano alguna vez para darse unos ajustes deben contarse con los dedos de una mano.

¿No estamos llevando el altius, citius, fortius demasiado lejos? ¿No será que lo único que deseamos es la gloria y la fama pero en el fondo rechazamos el espíritu que debería concederla?