14 septiembre 2020

Las entrañas de la bestia

 En la ciencia ficción, como en tantas otras cosas, es común relegar a las posiciones inferiores, al mundo inferior, las tareas desagradables que nadie quiere hacer. No en vano, la palabra infierno deriva del latín inferus (debajo, inferior).

 

En la conocida película Metrópolis (1927), de Fritz Lang, la clase obrera esclavizada trabaja en el subsuelo del mundo, mientras la clase aristócrata dirigente -con sospechoso aspecto ario- vive holgadamente en la superficie.

 

También en La máquina del tiempo (The Time Machine, 1895), de H. G. Wells, aparece un mundo futuro en el que los ociosos eloi viven en la superficie, mientras que los industriosos (y monstruosos) morlocks viven en el subsuelo, aunque aquí las clases se han invertido: los elois viven tranquilos, pero son pasto de los morlocks, que son mucho más inteligentes y peligrosos y son los dueños de la situación.

 

En el subsuelo podemos encontrar también las grandes fuentes de poder y es habitual situar allí grandes generadores de energía que aprovechan las fuerzas telúricas del planeta o donde se sitúan las plantas de fusión nuclear o del tipo que sea, que suministran abundante energía a la superficie.

 

Podemos ver este esquema en la clásica película de ciencia ficción, Planeta prohibido (Forbidden Planet, 1956), basada en un recreación de La tempestad de William Shakespeare. El planeta en cuestión es Altair IV y en su subsuelo existe una infraestructura ciclópea, inimaginable, de generadores de energía de una antigua civilización (los krell) que otrora pobló el planeta.

 

También en Babylon 5, aparece un planeta (Épsilon 3), entorno al que orbita la estación espacial, en cuyo subsuelo existe una maquinaria generadora de un enorme poder energético, apodada la “Gran Máquina”.

 

El mundo subterráneo siempre ha ejercido un gran poder sobre la imaginación de la gente. En las cavernas subterráneas ha sido donde nuestros antepasados situaron a seres mitológicos de gran poder, como dragones, enanos, gnomos y demonios de todo tipo. El telurismo siempre ha suscitado un gran interés y la ciencia ficción no iba a ser menos.