28 octubre 2019

Todos esos mundos son vuestros…


A raíz de las recientes manifestaciones juveniles contra el cambio climático, recuerdo que entrevistaron a un chico bastante joven quien dijo que si nos cargábamos este planeta nos tendríamos que ir a otro. Ahora, el recién concedido premio Nobel de Física, Michel Mayor lo ha dejado claro: si se trata de exoplanetas, están demasiado lejos.

Lo cierto es que no tenemos tecnología para llegar ni al sistema solar más cercano en un tiempo razonable (parte de la vida de una persona). Como mucho, nos podríamos plantear emigrar a la Luna (muy hostil, muy baja gravedad, muy poca agua) o a Marte (muy poca atmósfera, demasiada radiación, cantidad discutible de agua disponible).

Una opción intermedia serían las estaciones espaciales. Pero tampoco nos hagamos muchas ilusiones: construir una estación espacial capaz de albergar suficientes personas como para que mereciera la pena construirla, sería enormemente caro y tampoco tenemos la tecnología para ello, aunque tal vez estemos cerca.

Planteémos, en cambio, esta otra cuesitón: ¿para qué vamos a cambiar de planeta si tenemos uno que, adecuadamente tratado, es un paraíso, ya que es nuestro planeta natal, aquel para el cual estamos adaptados genética y culturalmente?

El problema es que una minoría quiere seguir viviendo a cuerpo de rey sin tener en cuenta que los recursos son limitados y que si todos queremos tener a un ritmo de vida desaforado, pues va a ser como que no. Por otro lado, los seres humanos somos muy conservadores: eso de dejar de depender de los combustibles fósiles no es complicado técnicamente, pero sí que lo es psicológicamente.

Así que, a pesar de todas las historias de ciencia ficción que podamos sacarnos de la manga, a corto y medio plazo, la mejor opción que tenemos es preservar nuestra cuna, nuestro mundo natal y dejarnos de pamplinas. El Universo es muy grande. Tal vez demasiado grande para nosotros. Al menos lo es para nuestra actual tecnología.