Todos esos mundos son vuestros…
A raíz de las recientes manifestaciones
juveniles contra el cambio climático, recuerdo que entrevistaron a un chico
bastante joven quien dijo que si nos cargábamos este planeta nos tendríamos que
ir a otro. Ahora, el recién concedido premio Nobel de Física, Michel Mayor lo
ha dejado claro: si se trata de exoplanetas, están demasiado lejos.
Lo cierto es que no
tenemos tecnología para llegar ni al sistema solar más cercano en un tiempo
razonable (parte de la vida de una persona). Como mucho, nos podríamos plantear
emigrar a la Luna (muy hostil, muy baja gravedad, muy poca agua) o a Marte (muy
poca atmósfera, demasiada radiación, cantidad discutible de agua disponible).
Una opción intermedia
serían las estaciones espaciales. Pero tampoco nos hagamos muchas ilusiones:
construir una estación espacial capaz de albergar suficientes personas como
para que mereciera la pena construirla, sería enormemente caro y tampoco
tenemos la tecnología para ello, aunque tal vez estemos cerca.
Planteémos, en cambio,
esta otra cuesitón: ¿para qué vamos a cambiar de planeta si tenemos uno que,
adecuadamente tratado, es un paraíso, ya que es nuestro planeta natal, aquel
para el cual estamos adaptados genética y culturalmente?
El problema es que una
minoría quiere seguir viviendo a cuerpo de rey sin tener en cuenta que los
recursos son limitados y que si todos queremos tener a un ritmo de vida
desaforado, pues va a ser como que no. Por otro lado, los seres humanos somos
muy conservadores: eso de dejar de depender de los combustibles fósiles no es
complicado técnicamente, pero sí que lo es psicológicamente.
Así que, a pesar de todas
las historias de ciencia ficción que podamos sacarnos de la manga, a corto y
medio plazo, la mejor opción que tenemos es preservar nuestra cuna, nuestro
mundo natal y dejarnos de pamplinas. El Universo es muy grande. Tal vez
demasiado grande para nosotros. Al menos lo es para nuestra actual tecnología.
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