La segunda máquina
Quien más, quien menos,
todos llevamos encima dos máquinas aparentemente imprescindibles y que marcan
el ritmo de nuestras vidas en esta sociedad tecnológica en que vivimos.
Una es bastante antigua:
se trata del reloj. Con él, nos sometimos a los horarios, a la parcelación del
tiempo y, por ende, de nuestras actividades. En fin, de nuestras vidas.
Ha pasado por diversas
evoluciones: desde el reloj de bolsillo, al de pulsera analógico, al digital y
actualmente como dispositivo subordinado a la segunda máquina que todos
llevamos encima: el teléfono móvil, todavía más esclavista y dueño de nuestras
almas que el reloj.
Si el reloj era el símbolo
de la revolución industrial, el móvil lo es de la revolución informática y de
internet. El móvil para lo que menos lo utilizamos es para llamar por teléfono.
En cambio, nos ofrece un amplio abanico de servicios de todo tipo, básicamente
dedicados a comunicarnos los unos con los otros y a pasar el tiempo.
Es curioso lo rápido que
ha ido todo. Hace apenas veinte años o poco más, muy poca gente tenía teléfono
móvil. Es más, se trataba de unos mamotretos analógicos, que consumían una
barbaridad y que eran símbolo de pijerío. Mucha gente los rechazaba por ello y
juraban y perjuraban que jamás se comprarían uno.
Hoy día, todos tenemos
móvil, tablet o algún dispositivo por el estilo. Como decía, lo de menos es
llamar por ellos (aunque el hecho de que hayamos renunciado con tremenda
facilidad a estar ilocalizables no deja de ser curioso) y las funciones más
comunes son las relacionadas con el ocio.
Así, tenemos servicios de
mensajería, juegos, acceso a canales de vídeo y de noticias (adecuadamente
filtradas según nuestras preferencias, que conoce mejor el software de nuestros
móviles que nosotros mismos) y todo ello a un precio reducidísimo.
Y ya sabéis qué pasa
cuando algo es más o menos gratuito: que el producto somos nosotros. Nuestros
datos personales, nuestras preferencias de compra, de ocio, nuestros gustos
sexuales o gastronómicos, todo vale un pastón ya que puede utilizarse para
sacarnos hasta las entrañas, ofreciéndonos todo tipo de productos personalizados.
¿Habrá alguna vez un
tercera máquina que llevemos todos? Por un tiempo parecía que las gafas de
realidad aumentada iban a ser el gadget definitivo, pero por algún motivo no se
han acabado imponiendo. Al menos de momento. Quizá sea demasiado pronto y ya llegará.
Todo sea por la pasta.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home