12 marzo 2024

Correlaciones: Chamuscando

Un niño canadiense de doce años, Brender Sener, ha saltado a la fama por haber construido una réplica a escala del arma con que supuestamente Arquímedes luchó contra los romanos en el sitio de Siracusa.

 

Cuantan las fuentes clásicas, que en el año 214 a.C., la ciudad de Siracusa, antaño aliada de Roma, cambió de bando en plena guerra púnica y se alió con Aníbal Barca. Los romanos, como era de esperar, no se lo tomaron demasiado bien y enviaron una flota de barcos, comandada por el general Marco Claudio Marcelo a poner las cosas en su sitio.

 

Pero los romanos no contaban con que lo siracusanos habían reclutado a una de las mentes más brillantes de su tiempo para ayudarles en su defensa: se trataba de Arquímedes. El que gritó ¡eureka!, sí.

 

Parece que el griego diseñó todo tipo de máquinas de guerra, a cual más jodida y se las hizo pasar canutas a los romanos y que estos se ponían a temblar cuando veían que algo asomaba por las murallas de Siracusa. Se cuenta que una de ellas se basaba en unos espejos gigantes con los que concentraba los rayos solares e incendiaba desde la distancia los barcos romanos.

 

Muchos historiadores han creído durante bastante tiempo que se trataba de una simple leyenda, que los siracusanos no tenían una tecnología tal. Pero, ahora, Brender Sener, un estudiante de secundaria de Ontario ha construido un modelo a escala de la batalla y parece ser que los espejos funcionan y son factibles.

 

De hecho, no tiene nada de raro, porque algunas centrales solares funcionan así y de hecho, resulta hasta increíble que nadie lo hubiese comprobado antes. Almenos, públicamente.

 

La ciencia ficción, por eso, se adelantó a Brender. Almenos hay dos relatos en que se utilizan concentradores de rayos solares. Uno con finalidades “destructivas” en “Un ligero caso de insolación” (“A Slight Case of Suntroke”, 1962), contenido en la antología “Relatos de diez mundos”, de Arthur C. Clarke y el otro con el fin de obtener energía, en “Cual plaga de langosta”, (“Like Unto the Locust”, 1979), contenido en la “Trilogía del Reverendo Hake”, de Frederik Pohl.

 

Seguro que habrá más ejemplos, pero yo conozco estos dos.

 

En fin, nuevamente tendremos que decir aquello de timeo danaos et dona ferentes (desconfía de los griegos y de los regalos que ofrecen), esta vez, no en forma de caballo de madera, sino con forma de espejos chamuscabarcos.