15 septiembre 2020

Correlaciones: Un lugar acuático

La Royal Society of Astronomy anunciará próximamente que se han descubierto serios indicios de vida (microbiana) en… ¡Venus! Concretamente, se ha descubierto la presencia de fosfina (PH3), uno de esos hidruros no metálicos que estudiábamos en Bachillerato, en las clases de química orgánica.

 

La gracia es que la ciencia ficción (y la ciencia) se han empeñado en buscar vida en Marte desde hace décadas. De hecho, se han gastado sumas nada desdeñables de dinero en ello y ahora va a resultar que se habían equivocado de planeta.

 

Bueno, no es que en Marte de golpe y porrazo se hayan acabado las posibilidades de encontrar vida (microbiana), pero la evidencia se ha desplazado a nuestro planeta gemelo del sistema solar interior: el lucero del alba.

 

Hay que tener en cuenta que por cada relato de ciencia ficción con Venus como protagonista, había más de diez en los que el protagonista era Marte, lo cual no deja de ser natural: Venus es un verdadero infierno.

 

Con una atmósfera densísima, una presión atmosférica en superficie que lo aplasta todo y unas temperaturas tórridas debido al efecto invernadero, tormentas eléctricas y lluvias de ácido sulfúrico, entre otras mandangas por el estilo, Venus no es el típico lugar al que te irías de vacaciones, a menos que tengas un gusto muy especial.

 

Al menos Marte es fresquito, aunque su tenue atmósfera no protege de la radiación cósmica y las tormentas que desatan en su superficie, de vez en cuando, son de aúpa.

 

Carl Sagan comentaba sarcásticamente sobre Venus, que los primeros escritores de ciencia ficción lo único que sabían de él era que estaba cubierto de nubes. Como había nubes y estaba más cerca del Sol, debía haber agua y un clima tropical. Quizá formas de vida exhuberante. Posiblemente, dinosaurios. Observación: no se ve nada. Conclusión: hay dinosaurios. Sagan se reía de la cadena de razonamientos.

 

El Venus que encontramos en la ciencia ficción suele ser anterior al “aterrizaje” de las sondas soviéticas Venera. Los soviéticos tuvieron más suerte con Venus que con la Luna. Estas ya dejaron claro que la superficie venusiana era un lugar a evitar y que allí no había vida.

 

Sobre el mundo acuático, encontramos relatos como Perelandra (1943), de C. S. Lewis o Lucky Starr y los océanos de Venus (1954), de Isaac Asimov.

 

Como mundo pantanoso, encontramos diversos relatos de Edgar Rice Burroughs, Robert Heinlein o Henry Kutter. Incluso algún relato de Ray Bradbury.

 

También hubo autores que apostaron por un Venus desértico, como Poul Anderson, Frederik Pohl o Cyril M. Kornbluth.

 

Ahora parece que podría haber vida en la atmósfera de nuestro planeta gemelo. No obstante, no sería la primera vez que un anuncio de estas características acaba en caldo de borrajas. La fosfina podría estar producida por algún mecanismo desconocido de la poco explorada y estudiada atmósfera de Venus, así que tampoco cantemos victoria.

 

Mientrastanto, aparte de aullar ante la Luna y sentir un cierto temor atávico ante Marte, tal vez tengamos que preguntarnos, cuando veamos el lucero del alba, si allí hay vida (microbiana).