15 octubre 2020

La desaparición de la narrativa breve

Últimamente, observo con bastante agrado la cantidad y variedad de novelas de fantasía y de ciencia ficción en español, procedentes tanto de la Península como de Iberoamérica.

 

Pero noto a faltar una cosa: los relatos breves. Con los escritores de los años 80 y 90, especialmente en España, hubo un boom de relatos en nuestra lengua que después dejaron paso a proyectos más largos, como novelas cortas, novelas o incluso sagas de novelas.

 

Por otro lado, en Estados Unidos existen muchas revistas que pagan por los cuentos, cosa que en este lado del Atlántico no ha acabado de cuajar nunca demasiado, por lo que escribir relatos breves requiere un esfuerzo que rara vez resulta recompensado pecuniariamente.

 

No es que considere que la única manera de crecer literariamente sea esta. Alguien puede dedicarse siempre a los relatos, toda su vida, sin tener demasiado interés por las grandes novelas o viceversa: algunos dan directamente el salto a la novela, obviando pasos intermedios.

 

Pero hay algo que sí que es bastante evidente: cuando no tienes un currículum o no eres conocido en el mundillo (y quieres serlo, claro) es buena idea que la gente tenga la oportunidad de leerte en formato breve. Más que nada, porque el tiempo escasea y no todo el mundo está dispuesto a arriesgarse con una gran novela de un autor completamente desconocido.

 

Igual es un error, pero siempre me ha parecido interesante acceder antes a la narrativa breve de muchos autores. Por ejemplo, así me pasó con Asimov o con Clarke: antes leí algunos de sus cuentos, que me gustaron mucho. Otro tanto me sucedió son Silverberg o con Dick.

 

No siempre me ha pasado así. Con algunos empecé directamente a leer sus novelas, ya sea porque algo me atrajo mucho (el título, la temática, lo que fuese) o porque la narrativa breve de dicho autor era escasa o incluso inexistente.

 

En España, en aquellos años en que estábamos bastante cargados de prejuicios y parecía que la narrativa patria era inferior a la norteamericana, problema que no han tenido nunca otros, como rusos, franceses o italianos y, desde luego, los ingleses, acceder a la narrativa breve y ver que era comparable a la norteamericana era buena señal y te animaba.

 

Hoy creo que esas cosas están bastante superadas y ya no es necesario, pero sigo creyendo que la narrativa breve dice mucho del talento de un autor. Si alguien no está dispuesto a “sacrificar” una buena historia y una buena idea en un cuento y necesita toda una novela para desarrollarla, probablemente va a llenar la narración de paja y eso me hace perder interés. Naturalmente, es una opción personal.