08 junio 2020

Cantando bajo la lluvia


Uno de los sueños de la Humanidad es el control del tiempo meteorológico. Poder controlar cuándo llueve y cuándo hace sol, poder desviar un tornado y cosas por el estilo. Ni que decir tiene que si la cosa fuese posible, pronto viviríamos un nuevo tipo de guerra: las guerras meteorológicas, ya que todo el mundo barrería para casa.

Si un país tuviese la posibilidad de enviar ciclones o sequías a sus enemigos, la cosa se pondría realmente mal. Además, mientras que los agricultores querrían una cierta cantidad de lluvia, la gente que vive del turismo, querría sol. Nos mataríamos los unos a los otros.

De hecho, hay gente que cree en la teoría conspiratoria de que algunas potencias disponen ya de este potencial. Por ejemplo, tras la catástrofe del huracán Katrina en Estados Unidos, hubo voces más que numerosas que decían que Vladimir Putin disponía de un arma que permitía provocar estos fenómenos y que de hecho estaba detrás de la catástrofe.

La gente que afirma esto no es consciente de la magnitud de la energía necesaria para crear un vórtice de la categoría de un ciclón, incluso en sus fases iniciales. Además, aunque tal cosa fuese posible, la meteorología se rige por leyes caóticas y nunca sabes dónde podría acabar el ciclón. Tal vez acabase afectando a tus aliados o incluso a ti mismo. No se puede jugar con estas cosas. Aunque realmente se pudiese, claro, que no es el caso.

En la ciencia ficción, algunas utopías futuristas (o no tan utopías) nos hablan del control meteorológico. Por ejemplo, en Star Trek: La Nueva Generación, en el capítulo “Un verdadero Q” (“True Q”, 1992) se habla del “sistema de control meteorológico mundial”.

En la serie StarGate: SG1, en uno de los episodios: “La piedra de toque” (“The Touchstone”, 1998) aparece un dispositivo que es capaz de controlar la meteorología de un lugar y cuando es robado, el tiempo local vuelve a ser tan violento como lo era antes de que el dispositivo garantizase un clima plácido.

En El genio (Das Genie, 1986), de Dieter Eisfeld, se cuenta la historia de un genio físico llamado Yan Zabor, que inventa un sistema de control meteorológico. Como era de esperar, el dispositivo acaba en malas manos y la cosa se descontrola.

Finalmente, en Los fabricantes de tiempo (The Weathermakers, 1967), de Ben Bova, se cuenta la historia de un joven y ambicioso científico obsesionado con la idea de disponer de una tecnología con que controlar el tiempo meteorológico.

Lo que está claro es que si no somos capaces de enfrentarnos con un mínimo de éxito al calentamiento global, más difícil todavía sería controlar el clima de todo el planeta de manera detallada y ordenada. Algo que quizá solo vean generaciones futuras. Si es que sobrevivimos.