05 febrero 2007

Polaris

Cuando se escribe ciencia ficción y se pretende ser más o menos veraz hay que tener extremo cuidado con los detalles. Supongamos que queremos hablar de una civilización galáctica en el futuro remoto. Una de las cosas que no podremos hacer es hablar de nuestras familiares constelaciones.

Básicamente, por dos motivos. Por un lado, conforme nos alejemos del Sol, la forma de las constelaciones que conocemos se irá distorsionando. Por otro lado, con el paso de los siglos, también las estrellas hacen notar sus movimientos relativos y van deformando las constelaciones conocidas.

Así, hablar de tau-Ceti o de épsilon-Eridani puede no tener demasiado sentido dentro de unos milenios y a bastantes años luz de la Tierra.

Este tipo anacronismos no son privativos de la ciencia ficción, ya que hasta autores tan reputados como Shakespeare cayeron en ellos. Así, en su obra Julius Caesar, hay una frase que se ha hecho bastante conocida fuera de la obra:

"Pero yo soy constante como la estrella Polar que no tiene parangón en cuanto a estabilidad en el firmamento."

Sí, vale, hoy día quizás e incluso en la época de Shakespeare, pero no en la época en que se supone que es pronunciada la frase, esto es, en época de Julio César. Por aquel entonces no había ninguna estrella especialmente brillante que señalase el polo norte. Hacia el año 800, una pequeña estrella de la constelación de la Jirafa, pasó a ocupar un lugar parecido al de la actual Polar.

Pero nuestra actual Polar, una brillante estrella de magnitud 2, lleva ahí poco más de mil años y seguirá indicando el norte hasta C. 3500 dC. Poco después, la trayectoria del polo pasará por gamma-Cefeo (magnitud 3) y en C. 7400 dC, el lugar de la Polar lo ocupará gamma-Cisne, una brillante estrella de primera magnitud.

En C. 13600 la estrella Polar corresponderá a la estrella más brillante del cielo veraniego en el hemisferio boreal: Vega (alfa-Lira) y lo seguirá siendo durante 3.000 años más. Lo interesante es que ya ocupó esta posición hace 14.000 años, durante las últimas glaciaciones.

¿Qué debieron pensar los hombres de por aquel entonces? ¿Qué constelaciones trazarían sus mentes en los límpidos cielos prehistóricos? ¿Qué interpretarían al ver la estrella más brillante del verano apuntar hacia el norte? ¿Lo atribuirían a algún poder sobrenatural o se trataría de un hecho que pasó completamente desapercibido?