15 abril 2021

Hexápodos y octópodos

En la ciencia ficción, si queréis provocar pánico y hasta asco hacia un ser diferente (alienígena o no) basta con que utilicéis insectos o arácnidos. El ser humano les tiene un temor reverencial. Tal vez porque son muy diferentes, prolíficos, los hay por todas partes y algunos pican. ¿Un trauma infantil? ¿A quién no le ha picado una abeja, una avispa, un tábano o una araña? ¿Quién no ha visto retozar una mantis religiosa mientras se zampa a su pareja?

 

En todo caso, los insectos dan un poco de miedo cuando son pequeños, pero cuando crecen y asumen formas podríamos decir que antropoides, entonces dan MUCHO miedo.

 

Acordaos de las hormigas gigantes de La humanidad en peligro (Them!, 1954, dirigida por Gordon Douglas) o la malvada Ella-Laraña de El Señor de los Anillos (The Lord of the Rings, 1954), de J. R. R. Tolkien, o la película Tarántula (Jack Arnold, 1955).

 

Está claro que la mayor parte de los insectos, no sobrevivirían a un cambio de escala sin ser totalmente rediseñados. Sus frágiles patas no soportarían el peso de sus cuerpos gigantes. Hay toda una disciplina de estudio sobre estos temas llamada alometría.

 

En todo caso, cuando en un libro, serie de televisión o película aparecen insectos, la inmensa mayoría de las veces, por no decir que casi siempre, son malos malísimos.

 

Ejemplos, los hay a patadas: los insectos inteligentes que aparecen en Tropas del espacio (Starship Troopers, 1959, Premio Hugo 1960), de Robert A. Heinlein, los xindi insectoides de Star Trek: Enterprise… Como mucho, pueden ser ambiguos, como la especie 8472 del universo Borg de Star Trek.

 

Alguna excepción, haberla, hayla. Los insectores de El juego de Ender (Ender’s Game, 1985, Premios Hugo y Nebula 1986), de Orson Scott Card. Aunque primero nos los pintan como malos, malísimos, al final acaban dándonos penita y después resulta que no eran tan malos como nos los habían pintado.

 

Y sobre aracnoides “buenos” e inteligentes, tenemos el caso de Un abismo en el cielo (A Deepness in the Sky, 1999, Premio Hugo 2000), de  Vernor Vinge. El autor hace trampa, claro. Primero nos los presenta sin describirlos y nos los podemos imaginar como más o menos humanos. Ya cerca del final de la novela es cuando aparece su aspecto aracnoide de manera clara, pero ya nos tienen ganado el corazoncito.

 

Supongo que la excepción la encontramos en los dibujos animados. Como no se trata de traumatizar a los niños, los insectos que aparecen son dulces y buenos. ¿Os acordáis de La Abeja Maya o de La Hormiga Atómica?