16 abril 2020

Codiciados objetos


Cada vez que hay un conflicto serio o directamente una guerra en un territorio con importantes museos o yacimientos arqueológicos, salta la noticia de que han sido expoliadas importantes piezas de materiales protegidos, que serán vendidas al mejor postor, probablemente a un rico coleccionista de algún país rico (o a un rico coleccionista de un país pobre, que también los hay).

En la ciencia ficción, el tema también aparece con una cierta frecuencia. Por ejemplo, en El hombre en el castillo (The Man in the High Castle, 1962) de Philip K. Dick y en la serie de televisión homónima, uno de los personajes, un vendedor de antigüedades, realiza pingües negocios comerciando con piezas de la “verdadera y tradicional” cultura americana, especialmente de los siglos XVIII y XIX, vendiendo todo tipo de materiales a los ricos hombres de negocios japoneses, que son la actual casta dirigente de su parte del mundo.

En Star Trek: La Nueva Generación, el capitán Jean-Luc Picard, aficionado a la xenoarqueología, tiene que enfrentarse en varios capítulos a la encantadora e inescrupulosa traficante de antigüedades alienígenas, Vash, para evitar que haga de las suyas.

En otro episodio, en Chain of Command (1992), Picard discute con su torturador (¡que ya son ganas!) acerca del destino de una serie de joyas cardasianas de gran valor artístico que han tenido que ser vendidas (“es lo que sucede con las sociedades empobrecidas por la guerra”).

Aunque tal vez, uno de los mejores ejemplos de tráfico de cachivaches antiguos se dé en Pórtico (Gateway, 1976, premios Hugo, Nebula y Locus 1978), de Frederik Pohl, en el que los protagonistas realizan viajes en unas naves abandonadas pertenecientes a unos alienígenas apodados los Heechees, a fin de obtener botines más o menos suculentos en forma de artefactos antiguos.

Es algo que siempre ha sucedido (baste recordar a los saqueadores de las tumbas de los faraones egipcios, algunos de los cuales están conservados en “respetables” museos occidentales), sucede (Iraq, Siria) y sucederá (por desgracia). Hay gente que tiene una necesidad vital de poseer antiguos objetos, con o sin valor material, pero que tienen “historia” en su “tejido” constitutivo. Es algo curioso, pero parece ser una constante en la historia humana.