Codiciados objetos
Cada vez que hay un
conflicto serio o directamente una guerra en un territorio con importantes
museos o yacimientos arqueológicos, salta la noticia de que han sido expoliadas
importantes piezas de materiales protegidos, que serán vendidas al mejor
postor, probablemente a un rico coleccionista de algún país rico (o a un rico
coleccionista de un país pobre, que también los hay).
En la ciencia ficción, el
tema también aparece con una cierta frecuencia. Por ejemplo, en El
hombre en el castillo (The Man in the High Castle,
1962) de Philip K. Dick y en la serie de televisión homónima, uno de los
personajes, un vendedor de antigüedades, realiza pingües negocios comerciando
con piezas de la “verdadera y tradicional” cultura americana, especialmente de los
siglos XVIII y XIX, vendiendo todo tipo de materiales a los ricos hombres de
negocios japoneses, que son la actual casta dirigente de su parte del mundo.
En Star Trek: La
Nueva Generación, el capitán Jean-Luc Picard, aficionado a la
xenoarqueología, tiene que enfrentarse en varios capítulos a la encantadora e
inescrupulosa traficante de antigüedades alienígenas, Vash, para evitar que
haga de las suyas.
En otro episodio, en
Chain of Command (1992), Picard discute con su torturador (¡que
ya son ganas!) acerca del destino de una serie de joyas cardasianas de gran
valor artístico que han tenido que ser vendidas (“es lo que sucede con
las sociedades empobrecidas por la guerra”).
Aunque tal vez, uno de los
mejores ejemplos de tráfico de cachivaches antiguos se dé en
Pórtico (Gateway, 1976, premios Hugo,
Nebula y Locus 1978), de Frederik Pohl, en el que los protagonistas realizan
viajes en unas naves abandonadas pertenecientes a unos alienígenas apodados los
Heechees, a fin de obtener botines más o menos suculentos en forma de
artefactos antiguos.
Es algo que siempre ha
sucedido (baste recordar a los saqueadores de las tumbas de los faraones
egipcios, algunos de los cuales están conservados en “respetables” museos
occidentales), sucede (Iraq, Siria) y sucederá (por desgracia). Hay gente que
tiene una necesidad vital de poseer antiguos objetos, con o sin valor material,
pero que tienen “historia” en su “tejido” constitutivo. Es algo curioso, pero
parece ser una constante en la historia humana.
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