08 octubre 2007

Lengua y mente

He tratado en algún otro post la imbricación de la ciencia ficción con la lingüística. Recordemos algunos ejemplos de obras notorias en esta combinación, como son Los lenguajes de Pao de Jack Vance, Babel 17 de Samuel R. Delany, Empotrados, de Ian Watson o Lengua materna y La rosa de Judas de Suzette Haden Elgin.

También existen tratamientos sobre esta temática en relatos de mayor o menor extensión, como en la fantástica “Persistencia en la visión” de John Varley o el también interesante “La cotorra de Humboldt” de Lorenzo Luengo.

La tesis de la mayor parte de estos relatos y novelas es que la lengua puede influir e incluso condicionar la conducta de los seres humanos. Esto, a mi entender, y a más a la vista de muchísimos estudios al respecto es una solemne tontería, más propio de las teorías New Age o paracientíficas, como la desarrollada por Matilde Asensi en Los orígenes perdidos.

No niego que una lengua pueda influir en algunos aspectos de la vida de la gente. Es evidente que no es lo mismo explicar un chiste en alemán o en cualquier lengua en la que coloquemos el verbo al final de la oración y, por lo tanto, el sentido pleno no se tenga hasta el final, que hacerlo en lenguas con mayor flexibilidad morfológica.

Asimismo, siempre me ha parecido mosqueante que para decir “él” o “ellos” en euskera, debas recurrir al pronombre “aquello”. Evidentemente, el significado último es el mismo, pero el matiz cambia. Y lo mismo podríamos decir de todas las lenguas, cada una con sus especificidades.

Pero de la influencia al determinismo hay un largo trecho. Los personajes de Los lenguajes de Pao parecen precondicionados a ser lo que son en función de la lengua que hablan, lo cual es ridículo.

Uno de los tópicos más extendidos en lingüística –que no entre los lingüistas, aunque de todo hay- es que determinadas lenguas no sirven para determinadas cosas, como la vida moderna, la administración o para el ejército. Pero la verdad es que se puede decir casi cualquier cosa en cualquier lengua.

Es evidente que en la lengua de los indios yanonamos no debe existir una palabra para “autopista” ni otra para “fax”, pero es que no tienen ninguna necesidad de ello. Asimismo, en castellano tenemos “hormiga”, mientras que ciertos aborígenes australianos disponen de un montón de palabras para distinguir los diferentes tipos de estos himenópteros.

Las lenguas, evidentemente, se especializan, pero ello no quiere decir que sometidas a un cambio cultural, no sean capaces de adaptarse a las nuevas necesidades. Un buen ejemplo lo tenemos con las lenguas románicas, que copian del inglés (como otras tantas) los neologismos tecnológicos que van surgiendo (láser, rádar, póster) o las componen recurriendo a las lenguas clásicas (televisión, teléfono, radiografía).

Creo que la ciencia ficción ha exagerado la influencia del lenguaje sobre el ser humano. Las lenguas son algo realmente fabuloso. Cada una de ellas implica una visión diferente del mundo. Pero eso no significa que sus hablantes sean incapaces de ver las cosas de otra manera.

1 Comments:

At 1:08 p. m., Blogger Pedro Terán said...

"Pero la verdad es que se puede decir casi cualquier cosa en cualquier lengua"

Bueno, yo diría que no se puede decir casi ninguna cosa en ninguna lengua. Así que supongo que no estoy de acuerdo contigo ;)

 

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