22 febrero 2006

La autenticidad

Extraído de la prensa: "Se vende una fotografía de principios de siglo por casi 3 millones de dólares, titulada 'El Estanque - Luz de luna', tomada en 1904 por Edward Steichen, uno de los pioneros de este arte".

Ésta es la clásica noticia que de vez en cuando nos encontramos en los medios de comunicación, como cuando una empresa japonesa compra un cuadro de Van Gogh por una exorbitante cantidad de millones de dólares.

La verdad es que siempre me ha costado entender por qué se pagan estas sumas por obras de arte que pueden ser reproducidas a un nivel de detalle casi microscópico con relativamente poco coste. Dicho de otra manera: qué es eso de la autenticidad.

Existe un debate bastante curioso sobre el tema, creo recordar, en El hombre en el castillo de Philip K. Dick. ¿Qué diferencia hay entre, pongamos por caso, La Gioconda y un cuadro idéntico? Está claro: uno fue pintado por Leonardo da Vinci y el otro no. Uno es el auténtico y el otro una imitación. Pero, ¿el arte reside en la imagen o en el lienzo en sí? Yo creo que lo primero.

Si contemplamos una reproducción idéntica a un original, podremos sentir exactamente las mismas emociones. ¿Por qué tendría que ser diferente? Es más, ¿qué pasaría si nos dijesen que estamos contemplando el original? ¿Cómo podríamos saber que no nos engañan?

Por supuesto hay avanzadas técnicas para determinar si un determinado lienzo es o no es el original, que combinan métodos cromatográficos, de física de partículas, etc. Pero, ¿y qué? Si fuésemos capaces de reproducir la obra a nivel atómico, tendríamos algo del todo idéntico al original. ¿Dónde estaría la diferencia? Es más, si no marcásemos el original de alguna manera, ¿cómo seríamos capaces de distinguirlos?

No creo que la originalidad resida en el nivel físico. A fin de cuentas, ¿cuántos cuadros que vemos en los museos no serán copias que algún hábil ladrón pueda haber sustituido en su momento?

La originalidad consiste en ser el primero en pintar, esculpir, componer algo. Pero nada más. Es una cualidad inmanente, pero etérea. Va ligada al objeto de una manera extremadamente sutil. Tanto que muchas veces se precisa de un certificado de autenticidad para saber si una obra es o no es la original. Un papel firmado por una autoridad en la materia. Una opinión, en última instancia, falible por lo tanto.

Fijémonos en la música. Cada vez que escuchamos la sinfonía número 40 de W. A. Mozart, estamos escuchando en cierta manera el original, porque éste no murió tras la primera interpretación que se hizo de la sinfonía, sino que puede ser reproducida con mayor o menor fidelidad. De hecho, cada interpretación es diferente y a ella contribuyen el arte de sus intérpretes y directores.

¿Qué es pues eso de la autenticidad sino un simple convenio? ¿Por qué se pagan fortunas por obras de arte? Supongo que los temas fiscales y el blanqueo de dinero tendrán algo ver, aunque de toda la vida se han pagado grandes sumas por las obras de arte. Claro que hasta hace muy poco tenía sentido, pues reproducir una determinada escultura o pintura no era tan sencillo. Se requería un gran maestro de notable talento. Tal vez no tanto como el creador del original, pero...

En cambio, hoy día, podemos ver reproducciones fidedignas de las grandes obras de arte en nuestro ordenador. ¿Dónde ha ido a parar la autenticidad? Es más, ¿qué sucede con las obras literarias? Los originales suelen ser ficheros almacenados electrónicamente en memorias de un ordenador, pues la mayor parte de los escritores trabajan ya directamente con procesador de textos. No hay originales y, aunque los hubiese, ¿qué sentido tendrían?

Lo que está tan claro en la literatura o en la música parece no estarlo tanto en otras artes. Yo creo que es una simple cuestión de afán coleccionista o simplemente de fetichismo friki. Poder decir: "Tengo el original" y que la gente exclame "Ohhh".

Afortunadamente, ya ha pasado la época en que el arte sólo estaba disponible para unos pocos afortunados poseedores, ricos comerciantes o príncipes poderosos, que ejercían el mezenazgo a cambio de las obras de arte. Hoy el arte se ha universalizado y masificado.

Es cierto que se ha tenido que pagar un precio: dado que cualquiera puede producir arte, existe mucha mediocridad. Pero al menos, lo bueno, podrá ser disfrutado por todos. Los originales, han perdido su significado.

1 Comments:

At 4:34 p. m., Anonymous Anónimo said...

Vaya vaya con la foto de marras. Pero esto cada vez será menos frecuente. Primero porque las cámaras fotográficas tienden a digitalizarse y segundo porque las fotos resultantes, simples archivos informáticos, pueden duplicarse sin pérdida de calidad. Así que los "originales fotográficos" dejarán de tener sentido...

 

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