18 enero 2021

Estrellas invitadas

A veces, en los relatos y novelas de ciencia ficción, aparecen como encastados, ciertos personajes que tienen o que no tienen gran cosa que ver con la trama central del relato. En ocasiones, son personajes y en otras, son ideas o incluso filosofías o teorías científicas. Son lo que yo llamo las “estrellas invitadas”.

 

Por empezar con un ejemplo ajeno al mundo de la ciencia ficción, en la ópera “Così fan tutte”, de W. A. Mozart, aparece una escena bastante divertida en que se rinde homenaje al mesmerismo, corriente pseudocientífica de Franz Anton Mesmer, antiguo benefactor de Mozart.

 

Ya en la ciencia ficción, un autor que era muy dado a poner referencias de este tipo era Arthur C. Clarke, quien llegaba a saturar sus narraciones más tardías. Por ejemplo, en algunas de las novelas de la serie Venus Prime firmadas conjuntamente con Paul Preuss, aparecen personajes como Michael Ventris, que da nombre a una especie de submarino extraterrestre. Ventris, junto con John Chadwick consiguió descrifrar el Lineal B, un alfabeto, por entonces desconocido, del griego arcaico.

 

En la misma serie de Venus Prime, aparecen otras estrellas invitadas, como la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner. O en El espectro del Titanic (The Ghost from the Grand Banks, 1990), también de Clarke, aparecen múltiples referencias al conjunto fractal de Benoît Mandelbrot. Para acabar con las citas a este autor, faltaría Rama II (1989), junto con Gentry Lee, en la que la estrella invitada es Juana de Arco, en su versión teatral.

 

Algunas obras no habrían podido ser desarrolladas sin la teoría central de la que beben. Tal es el caso de Los lenguajes de Pao (The Languages of Pao, 1957), de Jack Vance, o Babel 17 (1966, Premio Nebula, 1966), de Samuel R. Delany, cuya estrella invitada es la hipótesis de Sapir-Whorf.

 

O en las últimas novelas de la Fundación de Asimov, como Los límites de la Fundación (Foundation’s Edge, 1982, Premios Hugo y Locus 1983) o Fundación y Tierra (Foundation and Earth, 1987), o en la novela más o menos independiente, Némesis (1989), donde se explora la hipótesis Gaia, formulada por James Lovelock o Lynn Margulis, llevada por unos derroteros un tanto fantásticos.

 

En las series de televisión de ciencia ficción, las estrellas invitadas abundan. Por ejemplo, en Star Trek, gracias a los viajes en el tiempo, los universos alternativos y otro tipo de fenómenos raros, es posible revisitar a Abraham Lincoln (en La Serie Original), Amelia Earhart (en Voyager) o a Samuel L. Clemens (Mark Twain) o a Jack London (en La Nueva Generación).

 

En la serie de humor “El Enano Rojo” (The Red Dwarf), en el capítulo titulado “Fusión” (“Meltdown”, 1991), aparece un mundo habitado por androides de cera que recrean personajes históricos de la Tierra, que luchan entre sí. Entre los buenos, encontramos a Elvis Presley, Marilynn Monroe, Mohandas Gandhi, la Madre Teresa de Calcuta, la reina Victoria de Inglaterra, Abraham Lincoln o Albert Einstein. Entre los malos, Adolf Hitler, Rasputín o Calígula.

 

También Isaac Asimov, en un cuento: “El bardo inmortal” (“The Immortal Bard”, 1954), traía a William Shakespeare al presente, jocosamente, donde acaba matriculado en un curso sobre literatura de sí mismo, en el que era humillado con un suspenso.

 

La fascinación por ciertos personajes históricos ha hecho que la ciencia ficción, ucronías aparte, los haya incluido en sus tramas de una u otra manera, en múltiples ocasiones.