11 octubre 2010

Futuros a varias velocidades

Estoy contento porque en los últimos años he podido contemplar con satisfacción cómo el número de autores españoles e iberoamericanos en general del género fantástico, lo que incluye la ciencia ficción, ha ido aumentando paulatinamente, sin prisa, pero sin pausa.

Hace una década, los únicos exponentes claros en el sector eran escritores clásicos como Domingo Santos o Ángel Torres Quesada o despuntaban grandes valores como Rafael Marín, Miguel Ángel Aguilera o Rodolfo Martínez. No eran los únicos, ni de un grupo ni del otro, pero parecía que la cosa acababa ahí.

Pero a lo largo de la década han ido apareciendo nuevos escritores, muchos de los cuales no estaban tan ligados al fandom como los anteriores. Son escritores no diré que mejores, sino diferentes, que tratan los mismos temas de manera no excesivamente diferente a como lo hacían sus predecesores.

Simplemente son escritores o más jóvenes o desligados del fandom, lo que tal vez no les ha dado suficiente publicidad en el mundillo, pero que han tenido resultados esperanzadores fuera de él. Podríamos citar a Luis Ángel Cofiño, Sergio Parra, Santiago Eximeno o José Antonio Cotrina y otros muchos.

Algunos sí que tienen una cierta relación con el fandom; otros no tanto. El proceso ha sido análogo en otros países. Muchos autores del llamado mainstream han publicado obras de género fantástico de manera descarada, aunque no la hayan etiquetado como tal.

El género parece estar a salvo de agotarse a pesar de los agoreros pronósticos que muchas veces hacemos desde dentro del género -yo incluido. Supongo que es bastante común a la condición humana, temer por aquello que queremos. Algunos se limitan a disfrutarlo. Otros actuamos como ardillas compulsivas y acaparamos por si realmente el crudo invierno acaba llegando y otros hacen como Pedro y el lobo, anunciando la muerte del género a los cuatro vientos.

En cualquier caso, espero que sigan apareciendo nuevos autores y que los consolidados no dejen de producir. Se avecina una revolución en los modos de venta de libros del género cuando los e-books estén más desarrollados y extendidos y las políticas de derechos de autor, más fijadas.

Está claro que los descatalogados, los saldos y los incunables pasarán a la historia. O como mínimo, se circunscribirán al mercado del papel, que seguro que seguirá existiendo, aunque en menor volumen. Para un mercado tan exiguo como el nuestro, ello podría representar la puntilla final en lo que al mercado del papel respecta, pero, en cambio, podría significar una época dorada en el mercado de los libros electrónicos.

Dicho de otra manera, el género en cuanto a sus publicaciones, podría convivir en mercados a varias velocidades. Un mercado sobre papel, como el actual, claramente modificado para ser mínimamente rentable, tal vez con ediciones limitadas de lujo, numeradas y para bibliófilo, al tiempo que en el mercado electrónico podríamos acceder a cualquier libro de cualquier lugar del planeta.

Una nueva revolución que me atrevo a pronosticar, tal vez aún algo lejana, sea la de las traducciones automáticas. De momento, los programas traductores, por ejemplo del inglés al castellano, dejan mucho que desear, especialmente ante construcciones figuradas, frases hechas y referencias culturales muy específicas. Pero tarde o temprano se mejorarán.

De esta manera, podremos acceder a un mercado muy interesante que ahora, a quienes no dominamos suficientemente el inglés, nos está vedado: el de los relatos y novelas breves, que rara vez se traducen a nuestra lengua para su comercialización.

Todo está por ver, pues casi todo está todavía por construir.