16 mayo 2020

1986


El año 1986 fue un año crucial para mí. Pasaron muchas cosas en ese año. Por aquella época, recuerdo que había perdido completamente la Fe (antes me consideraba católico; de hecho, fui a un colegio religioso en la EGB). Fue el año de Chernobyl, que dejó un impacto enorme en la gente de mi generación. Un cierto desencanto por las bondades de la tecnología.

También fue la época en que descubrí la ciencia ficción escrita (a parte de Julio Verne, a quien ya había leído con anterioridad). Fueron libros como Cánticos de la lejana Tierra, de Arthur C. Clarke, La nube negra, de Fred Hoyle, Nuestros amigos de Frolik 8, de Philip K. Dick, Visitantes milagrosos, de Ian Watson o El juego de Ender, de Orson Scott Card.

Pero mis dos grandes descubrimientos en el género fueron La trilogía de las Fundaciones de Isaac Asimov (y todo lo que vino después) y 2001. Una Odisea en el espacio y 2010. Odisea dos, de Arthur C. Clarke. Fueron como una revelación.

Además, por aquella época, yo era un devoto creyente de todo tipo de pseudociencias, a cual más absurda. Las dos únicas que no me convencían eran la cartomancia y la astrología.

Por eso, recuerdo con mucha vividez mi lectura del libro ”X” representa lo desconocido, una colección de ensayos de divulgación científica de Isaac Asimov. Fue como la conversión de Saulo cayendo del caballo. La “verdad” me había sido revelada.

Dejé de creer en esas tonterías de las pseudociencias (los excreyentes somos los más intolerantes en el tema, como los exfumadores, con el humo del tabaco) y abracé la Ciencia y la Racionalidad.

La semilla, por eso, había sido plantada ya en mí anteriormente tras ver la serie Cosmos, de Carl Sagan y leer alguno de sus libros. Pero fue Asimov quien me sacó de las filas de los Ejércitos de la Noche, como los llamaba él, por lo que le estaré eternamente agradecido.

En aquellos años que corrían, estaba muy preocupado por la contaminación, la superpoblación y una posible guerra nuclear. No las tenía todas y recuerdo algunos artículos de Carl Sagan en la revista Muy Interesante que ponían los pelos de punta.

Pero todo eso pasó. La Guerra Fría concluyó. Cayó el muro de Berlín y la Unión Soviética y con ella, la posibilidad de una guerra nuclear total y su consecuente invierno nuclear. Chernobyl se ha convertido en una serie de TV y su recuerdo ha sido sustituído por Fukushima.

Ahora, nuestras preocupaciones siguen siendo, en el fondo, las mismas. Son los mismos perros con distintos collares. La posibilidad de una guerra nuclear no ha desaparecido del todo, tal vez a nivel regional; aunque es más factible la guerra química o bacteriológica. La contaminación ha sido sustituída por el cambio climático y la superpoblación sigue acechando.

Y por supuesto, tenemos las pandemias. Empezamos con el VIH, seguimos con la peste aviar, el SARS, la gripe A, el ébola, el zyka y ahora el trágico covid-19.

Después de tantos años, sigo siendo racionalista y creo en la Ciencia y la Racionalidad. Más que nunca. Y sigo careciendo completamente de Fe, aunque en alguna ocasión me gustaría creer en algo sobrenatural. Sería muy cómodo, pero en el fondo prefiero no hacerlo, por lo que me mantengo en mis trece.