27 enero 2006

Correlaciones: Policía antropológica

Parece que esto de la policía es algo que viene de muy antiguo. Según un estudio de unos investigadores recientemente publicado en la prestigiosa revista científica Nature, las sociedades de primates que disponen del equivalente de los policías en nuestra sociedad, desarrollan relaciones más complejas y avanzadas y son más prósperas que las que no disponen de ellos.

La idea es que el uso imparcial de la fuerza para resolver conflictos entre individuos hace que la sociedad pueda crecer más libremente (aunque parezca una contradicción) y con mayor seguridad y autoconfianza.

De hecho, no hace falta ir muy lejos. Vivimos en occidente una crisis de seguridad que hace que la gente se vuelva más desconfiada. La instalación de dispositivos de alarma se ha disparado en nuestro país e incluso cada vez hay más gente que porta armas, cosa que parecía únicamente algo que pasada en América.

Así pues, la existencia de una fuerza de interposición, en este caso la policía, sirve en teoría para que las sociedades funcionen mejor. Es interesante el estudio porque parece anular algunas de las tesis de los anarquistas que creen que el uso de la autoridad sólo genera problemas e interfiere en el orden natural de las cosas.

Ciertamente, eso de el orden natural es bastante menos intuitivo de lo que parecería. Nuevamente estamos ante la clásica discusión filosófica entre el hombre es bueno por naturaleza (J. J. Rousseau) y el homo homini lupus (T. Hobbes).

Para quien esté interesado en el estudio, el día 23 de febrero, en el CosmoCaixa uno de los coautores del estudio, Frans de Waal, ofrecerá una conferencia al respecto.

¿Cómo ha tratado la ciencia ficción esta cuestión? Pues la verdad es que desde una gran variedad de ángulos: desde los posicionamientos más rabiosamente militaristas de Heinlein (por ejemplo en Tropas del espacio), hasta los claramente anarquistas de Ursula K. LeGuin en Los desposeídos o en "El día anterior a la revolución". Desde la terrible policía represiva de 1984 de George Orwell, hasta el bonachón Elijah Baley de Asimov (Bóvedas de acero, El sol desnudo, etc).

Es uno de esos temas en que los escritores de ciencia ficción difícilmente se pondrán de acuerdo antes de que la propia sociedad lo haga. Y ni aún entonces.