07 febrero 2020

El hombre del Centenario


Como me hizo notar un amigo el otro día, el 2020 será el año en que se celebra el centenario del nacimiento del famoso escritor de ciencia ficción y divulgador científico, Isaac Asimov, quien parece ser que nació el 1 de enero de 1920 (más o menos) en la ciudad de Petrovichi, en Rusia, aunque emigró a la edad de 3 años con sus padres a los Estados Unidos de América.

Asimov es meridianamente conocido por todos los amantes de la ciencia ficción. Un siglo después de su nacimiento, sigue manteniendo la fama y mucha gente sigue iniciándose en la lectura de este género mediante alguno de sus libros, como la Trilogía de las Fundaciones o Yo, Robot.

Lo cierto es que sus relatos y novelas se adelantaron a los tiempos en mucho: un mundo regido por computadores, una catástrofe ambiental en ciernes, la robotización de la sociedad, el auge de las grandes megápolis o la conquista del espacio, aunque este último tema quizá sea el que más deje que desear en sus previsiones.

Asimov no fue solo un escritor de ciencia ficción o un divulgador científico. También fue un pensador profundamente escéptico y humanista, al mismo tiempo. Identificado con el partido demócrata americano durante mucho tiempo, fue conocida su lucha a favor del agnosticismo, la libertad de pensamiento y en contra de la censura.

El Buen Doctor, apodo con que era conocido, nos dejó un enorme legado en forma de libros, relatos y ensayos de mayor o menor interés, pero que raramente dejan indiferente.

Si bien no fue lo que se conoce como un “gran literato”, es decir, utilizaba un lenguaje bastante sencillo, sin metáforas floridas y sin grandes figuras literarias, con tramas casi siempre lineales (cuando no, hasta ponía notas a pie de página para que la gente no se le perdiese). Estaba dotado de una mente brillante, profundamente inquisitiva y de un cierto humor irónico, que hacía las delicias de sus lectores.

Hoy día, la mayor parte de sus obras pueden encontrarse en las librerías, a diferencia de otros autores, tal vez más literarios, que se encuentran terriblemente e injustamente descatalogados. Pero Asimov ha sobrevivido a su propia fama, lo que demuestra que no era una simple moda, sino que detrás había algo mucho más sólido de lo que podría parecer a simple vista.

Podemos decir, a modo de resumen, que tal vez no fuese el mejor escritor de ciencia ficción (tampoco sabría decir quién ocuparía ese puesto), pero sí que ha acabado siendo el más famoso, a la altura de Ray Bradbury o Arthur C. Clarke, por citar un par de ejemplos.