11 junio 2008

Espacio Profundo Nueve

Acabo de comprarme una guía de la serie Star Trek: Espacio Profundo 9, de Alberto Santos. A parte de ser un friqui irredento y un trekkie de malvivir, reconozco que esta serie-franquicia de Star Trek es mi favorita de lejos. Aunque algunos capítulos de La Nueva Generación, son sencillamente magistrales y han marcado un antes y un después en la serie, por su conjunto general me quedo con Espacio Profundo 9.

Pero no voy a hablar de esta serie como si fuéseis trekkies. De hecho, los trekkies necesitamos de pocos estímulos para que nos guste un producto made in Star Trek, por exigentes o quisquillosos que podamos llegar a ser. En el fondo, si hay aventura o transfondo filosóficos y los personajes son mínimamente creíbles, nos lo tragamos todo.

Quiero hablar de Espacio profundo 9 para aquellos que no son seguidores habituales de Star Trek. En primer lugar, no os engañaré: es un producto Star Trek, con sus más y sus menos, pero tiene algunas características que lo hacen francamente interesante y que en muchos aspectos lo acercan a Star Wars, otra de esas obras míticas de la ciencia ficción.

En primer lugar, la acción no tiene lugar en una nave, sino en una gran estación espacial, de diseño original que ni sdi quiera es de la Federación, sino que pertenece, por avatares de la historia, a una raza alienígena –los bayoranos- que son una mezcla de fervorosos devotos religiosos y espirituales con los mayores buscarazones de la galaxia. Esto hace que el desarrollo de los capítulos sea diferente de otras series. Aunque algunos capítulos tienen lugar en exteriores o en naves, algunos de los más interesantes tienen lugar en la estación, en la que conviven multitud de razas con mayor o menor suerte.

En segundo lugar, el planeta madre, Bayor, es una especie de Palestina que acabase de ser abandonada por los ocupantes, a quienes han dejado con una mano delante y otra detrás. En bayor se mezcla la política con la religión de una manera verdaderamente íntima, llegando a ser difícil de distinguir la una de la otra. Es, por lo tanto, una serie eminentemente política, con grandes diálogos y en la que los argumentos son importantes, no sólo los efectos especiales.

En tercer lugar, hay un elemento análogo a la “fuerza” de Star Wars, aunque es difícil de nombrar y que está representado los orbes (las lágrimas de los Profetas), que los bayoranos han utilizado como guía espiritual durante toda su larga y dilatada historia.

El cuarto lugar, estemos en el oeste. La estación Espacio Profundo 9 se encuentra en el quinto pino de la galaxia, rodeada de hostiles enemigos (romulanos, klingons, cardasianos) con muy malas pulgas y custodia el paso al cuadrante gamma, lo que la convierte en un centro estratégico de primera magnitud en el comercio galáctico. Aquí impera un poco la ley del más fuerte y os podéis imaginar por dónde se pasa todo quisqui la edulcorada Primera Directriz de la Federación, que viene a decir que si un alien empieza a devorarte por la pierna, sonríe y no chistes no vaya a ser que provoques un conflicto interestelar.

En quinto lugar, no hay buenos ni malos. La mayor parte de los caracteres y de las razas que aparecen, practican una compleja realpolitik de lo más emocionante que os acabará sacando de vuestras casillas si queréis intentar resumirla en pocas líneas.

En sexto lugar, los personajes son realmente diferentes. No se trata de poner a un negro o a un asiático en el puente de la Enterprise: aquí hay codiciosos ferengis, belicosos klingons, un metamorfo, quisquillosos bayoranos, traicioneros cardasianos y todo un amplio abanico de razas raras provenientes del cuadrante Gamma.

Pero tal vez, lo mejor de todo sean los nuevos “malos” que, por primera vez, ponen en verdaderos apuros a la Federación, hasta el punto de amenazar con su total derrota: el Dominion, una especie de antifederación, de razas esclavas unidas por el miedo y dirigidas por unos peculiares seres.

Para mí, lo mejor de Espacio Profundo 9 no es ni las grandes intrigas políticas, ni los soberbios efectos especiales, ni las enormes batallas espaciales. Para mí, lo mejor, son algunos magníficos episodios que nos hablan de la guerra y la paz, del amor, de la tolerancia hacia los diferentes, del espíritu de superación, de la maduración personal o de lo peligroso que es mezclar la religión con la política. Para mí, lo más logrado de Star Trek.

Por cierto, un negro dirigiendo el cotarro con una mujer de segunda al mando. ¿Un presagio de lo que puede pasar en noviembre en las elecciones?