12 junio 2020

Equívocos


Se cuenta que en tiempos de la guerra fría, durante una simulación de un ataque nuclear a Estados Unidos, alguien le preguntó al ordenador:

--       Los misiles, ¿vienen por tierra o por mar?

A lo que el ordenador, solícito, contestó:

- -   Sí.

Bien pudiera ser una leyenda urbana, porque me recuerda muchísimo a una escena de la película de los Hermanos Marx, Sopa de ganso (Duck Soup, 1933). En ella, durante un ataque al imaginario país de Freedonia, uno de los protagonistas dice: “Encended una luz en la torre si el enemigo viene por mar o dos, si viene por tierra”. Y acto seguido se ve cómo se encienden tres luces en la torre, tras lo que este dice: “Me lo figuraba”.

La ambigüedad o la ambivalencia es uno de los muchos ingredientes que forma parte del sentido del humor. Hoy día hay programas capaces de explicar chistes basándose en una extensa base de datos de chistes preexistentes, más o menos graciosos.

En la ciencia ficción, en cambio, parece que se quiere presumir de que el sentido del humor es intrínsecamente humano y que las máquinas o los robots, por inteligentes que sean, no podrán nunca dominarlo. Así, en Star Trek: La Nueva Generación, el androide Data se desgañita intentado contar chistes graciosos y solo lo consigue cuando no lo pretende.

En un relato de Isaac Asimov, este sostenía la divertida teoría que el sentido del humor era completamente irracional y que, de hecho, formaba parte de un experimento psicológico extraterrestre y que una vez desvelado este hecho, los chistes dejaban de hacer gracia de ningún tipo. Ello se nos contaba en “El chistoso” (”Jokester”, 1956).

Para los titerotes de Mundo Anillo (Ringworld, 1970, Premios Hugo, Nebula y Locus 1971), de Larry Niven, una de las razas protagonistas de la novela, la definición del sentido del humor humano es bien clara y fría: “mecanismo de defensa interrumpido”. Los titerotes no tenían el menor sentido del humor.

Como contrapunto, tenemos el ordenador de a bordo de El Enano Rojo (The Red Dwarf): Holly, que tiene un particular humor macabro como demuestra en algún episodio (“Queeg”, 1988).

Finalmente, no puedo dejar de citar el robot geométrico de Interstellar (2014), de Christopher Nollan, con sentido del humor graduable.