Equívocos
Se cuenta que en tiempos
de la guerra fría, durante una simulación de un ataque nuclear a Estados
Unidos, alguien le preguntó al ordenador:
--
Los
misiles, ¿vienen por tierra o por mar?
A lo que el ordenador,
solícito, contestó:
- - Sí.
Bien pudiera ser una leyenda
urbana, porque me recuerda muchísimo a una escena de la película de los
Hermanos Marx, Sopa de ganso (Duck Soup,
1933). En ella, durante un ataque al imaginario país de Freedonia, uno de los
protagonistas dice: “Encended una luz en la torre si el enemigo viene por mar o
dos, si viene por tierra”. Y acto seguido se ve cómo se encienden tres luces en
la torre, tras lo que este dice: “Me lo figuraba”.
La ambigüedad o la
ambivalencia es uno de los muchos ingredientes que forma parte del sentido del
humor. Hoy día hay programas capaces de explicar chistes basándose en una
extensa base de datos de chistes preexistentes, más o menos graciosos.
En la ciencia ficción, en
cambio, parece que se quiere presumir de que el sentido del humor es intrínsecamente
humano y que las máquinas o los robots, por inteligentes que sean, no podrán nunca
dominarlo. Así, en Star Trek: La Nueva Generación, el
androide Data se desgañita intentado contar chistes graciosos y solo lo
consigue cuando no lo pretende.
En un relato de Isaac
Asimov, este sostenía la divertida teoría que el sentido del humor era
completamente irracional y que, de hecho, formaba parte de un experimento
psicológico extraterrestre y que una vez desvelado este hecho, los chistes
dejaban de hacer gracia de ningún tipo. Ello se nos contaba en “El chistoso”
(”Jokester”, 1956).
Para los titerotes de
Mundo Anillo (Ringworld, 1970, Premios
Hugo, Nebula y Locus 1971), de Larry Niven, una de las razas protagonistas de
la novela, la definición del sentido del humor humano es bien clara y fría:
“mecanismo de defensa interrumpido”. Los titerotes no tenían el menor sentido
del humor.
Como contrapunto, tenemos
el ordenador de a bordo de El Enano Rojo (The Red
Dwarf): Holly, que tiene un particular humor macabro como demuestra
en algún episodio (“Queeg”, 1988).
Finalmente, no puedo dejar
de citar el robot geométrico de Interstellar (2014), de
Christopher Nollan, con sentido del humor graduable.
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