11 septiembre 2020

De profundis

 El tratamiento de la literatura fantástica de las criaturas marinas suele ser bastante homogéneo: por lo general, nos hablan de monstruos marinos, enormes y terribles, cuyas fauces son capaces de engullir hasta una embarcación de tamaño moderado.

 

En general, el tratamiento del mundo animal no difiere mucho de este patrón: irracionalidad, monstruos, terror, depredadores… en fin, un buen ejemplo de ello es la novela de terror Los náufragos de las tinieblas (The Boats of the ‘Glen Carrig’, 1907), de Hodgson William Hope, en el campo del terror más o menos sobrenatural.

 

En la ciencia ficción, propiamente dicha, también tenemos ejemplos de monstruos marinos, como en Kraken acecha (The Kraken Wakes, 1953), de John Wyndham, en el que también aparece el conocido monstruo marino, esta vez de origen extraterrestre, que decide declararle la guerra a la Humanidad.

 

Un tratamiento mucho más benévolo e interesante, nos lo da David Brin en algunas de sus novelas del ciclo de la Elevación. En Marea estelar (Startide Rising, 1983, Premios Hugo, Nebula y Locus 1984), por ejemplo, aparecen los neodelfines, que son delfines modificados genéticamente para potenciar su inteligencia ya natural y convertirlos en sofontes: una raza que pueda estar a la “altura” de la humana y de otras especies inteligentes de la galaxia.

 

De origen extraterrestre, pero no extrasolar, Arthur C. Clarke nos presenta en 2061. Odisea Tres (2061. Odyssey Three, 1988) a los habitantes inteligentes de los océanos subterráneos del satélite joviano Europa: los europanos, nuevos protegidos por el Monolito o Gran Zagadka.

 

Tal vez el caso más conocido de la ciencia ficción sobre animales marinos inteligentes sean las salamandras, de La guerra de las salamandras (Válka s mloky, 1936), una sátira del checo Karel Capek. En ella se nos describe una especie marina que habita en aguas poco profundas en el océano Pacífico y que demuestran tener una cierta inteligencia, que acaban siendo explotadas como mano de obra barata hasta que acaban enfrentándose con la Humanidad.

 

Para acabar, me gustaría citar al cefalópodo inteligente que aparece en la novela de Charles Sheffield, La telaraña entre los mundos (The Web Between the Worlds, 1979), de nombre Calibán.