12 septiembre 2007

Nuevamente, ciencia y religión

Benedicto XVI, el Papa Ratzinger, ha declarado recientemente que la ciencia puede ser una terrible amenaza. Para ser honestos, lo que ha dicho exactamente es que los grandes descubrimientos científicos se convierten en ambiguos, "ya que pueden abrir perspectivas importantes para el bien del hombre o pueden ser una terrible amenaza o la destrucción del hombre y del mundo".

Supongo que esto, cuando lo dice Ratzinger origina titulares de prensa, pero cuando lo decía Carl Sagan en Cosmos pasaba completamente desapercibido. Sagan comentaba de la moderna tecnología nuclear que era como si se nos hubiese puesto en nuestras manos una gran responsabilidad.

Podíamos utilizar la energía nuclear para obtener energía o para propulsar sondas de investigación a los planetas o bien la podíamos utilizar para autodestruirnos en un armagedón nuclear. La decisión era toda nuestra.

La ciencia, por sí misma, es una institución amoral. Ello no quiere decir inmoral, sino que simplemente, la ciencia no aporta por sí misma unos valores humanos o morales. Los científicos pueden ser tremendamente morales o inmorales, pero la ciencia no.

Esto es un hecho de una cierta importancia. De aquí se deduce el clásico dilema de: ¿qué pasaría si un científico descubriese algo que, mal utilizado pudiese ocasionar grandes problemas a la Humanidad o incluso su destrucción?

De bien seguro que esta pregunta se la plantearon multitud de científicos implicados en programas nucleares, como Werner Heisenberg, Richard Feynmann o Enrico Fermi.

En un libro recientemente editado por Tusquets, titulado La desaparición de Majorana, Leonardo Sciascia especula acerca de la posibilidad que la misteriosa desaparición del genial físico italiano Ettore Majorana tuviese que ver con la visión que éste pudo tener de lo que representaría liberar el poder el átomo.

Creo que no hay una respuesta clara y definitiva para este dilema. Es evidente que el científico puede optar por ocultar la información y arrojarla al retrete. Pero no perdamos de vista que, tarde o temprano, se redescubrirá. Es sólo una cuestión de tiempo el que aparezca otra mente genial o, simplemente, afortunada que dé con la solución al mismo problema.

Mi opinión es que no corresponde a la ciencia juzgar, aunque a veces… Hay una famosa cuestión que suscitó mucha polémica. Se trataba de qué hacer con los datos obtenidos de la experimentación inhumana y cruel sobre seres humanos en los campos de concentración nazis.

Esa información, obtenida de una manera repugnante y a todas luces inmoral podía salvar la vida de otras personas. ¿Pero qué sentiría el médico o el paciente al saber que su vida se había salvado a costa del sufrimiento de otras personas?

Nuevamente una cuestión muy delicada. Al parecer, se optó por destruir la información. Creo que fue un error, pero entiendo perfectamente que se hiciese. Ya bastante terrible fue el Holocausto como para ir extendiendo todavía más sus espantosas secuelas.

Así pues, no creo que el Papa tenga razón. La cuestión no es si la ciencia es peligrosa o inmoral. La cuestión es si los hombres somos peligrosos o inmorales. O mejor dicho, la cuestión es: ¿cómo y con qué valores debe formarse a los humanos para que las grandes pesadillas del siglo XX no vuelvan a repetirse?

A mi entender, no creo que las religiones aporten valores esencialmente positivos o negativos. Por ejemplo, una religión que discrimina a las mujeres o a los homosexuales o que cree que la Tierra fue creada para uso y disfrute exclusivo del Hombre, no me parece que contenga valores morales muy recomendables.

Como tampoco los debe contener una religión que incita a la guerra santa, que afirma que “el que no está conmigo, está contra mí” o que considera que hemos venido a este mundo a sufrir. Prefiero no tener valores, que tenerlos de un cierto tipo.