La ropa del futuro
Una de los inventos
humanos que tal vez menos ha evolucionado en estos tiempos hipertecnificados
que corren es la ropa. Aunque esto está empezando a cambiar.
Hay un cursioso relato de
J. G. Ballard, titulado “Dile adiós al viento” (”Say Goodbye to the
Wind, 1970) en que aparece ropa viva. Esto es, una ropa de unas
cualidades especiales que no solo se adapta perfectamente al cuerpo de su
huésped, sino que también lo hace a su estado de ánimo.
En esa sociedad, solamente
los parias del sistema (los pobres, los drogadictos, etc.) visten ropas
“muertas”, o sea, ropas como las que actualmente vestimos la inmensa mayoría de
los mortales, que siempre son iguales y son insensibles a los cambios de humor.
En la ciencia ficción se
ha tratado más veces el tema de las ropas adaptativas, tecnológicas,
funcionales… Un ejemplo memorable son los destiltrajes de
Dune, de Frank Herbert, una especie de trajes espaciales
adaptados al desierto, que recogen el sudor y las heces y los reprocesan de
manera que puedan ser reutilizados in situ.
También existen tejidos
versátiles futuristas, como el kyrt que solo se puede
cultivar en un planeta de la galaxia, en este caso, el planeta
Florina. Esto acontece en una de las novelas de Isaac Asimov
pertenecientes al conocido Tríptico del Imperio,
concretamente a Las corrientes del espacio (”The
Currents of Sapce”, 1952).
De momento, no obstante,
nos tendremos que contentar con los calzoncillos que absorben los olores
gracias a las nanopartículas, los jerseys con displays luminosos que permiten
mostrar imágenes o los tejidos ultraimpermeables que no solo no se mojan, sino
que escupen el agua.
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