05 junio 2007

El mundo según san Egan

Hay preguntas clásicas en el mundo de la filosofía que conducen a verdaderos atolladeros para el común de los mortales. Cuestiones del tipo “qué sucede cuando una fuerza imparable topa con un objeto inamovible”. Me recuerdan a las cuestiones medievales del tipo “cuántos ángeles pueden danzar sobre la cabeza de un alfiler”.

Pero hay una de ellas que viene trayendo de cabeza a los físicos desde hace mucho tiempo. Se trata de la curiosa cuestión “hace ruido un árbol cuando cae en un bosque si nadie lo observa” o en su reformulación cuántica moderna, “¿existe la realidad cuando no la observamos?”.

No voy a entrar en detalles porque necesitaría un espacio realmente grande para ello y me temo que mis pocos lectores se batirían en desbandada, pero esta cuestión ha recibido un empujoncito hace bien poco por parte de unos científicos austríacos que han realizado unos experimentos que parecen confirmar la hipótesis de que la realidad no existe si no se la observa, en términos cuántos, desde luego.

Técnicamente tiene que ver con la desigualdad de Bell y ciertos experimentos que descartan todo un grupo de teorías de variables ocultas (si Bohm levantase la cabeza…). No obstante, para los que preferimos creer en el realismo –más que nada para no volvernos majaras del todo- el experimento no es concluyente ya que pueden existir otro tipo de teorías realistas que no quedarían descartadas.

Hace tiempo que tengo la sospecha, y muchos físicos y filósofos también, que el filósofo del futuro va a tener que aprender mecánica cuántica y teoría de la Relatividad si quiere tener algo que decir sobre el mundo físico.

Uno de los que lo tiene clarísimo y que nos ha ofrecido un montón de buenos relatos especulativos teniendo en cuenta estos parámetros es el escritor australiano Greg Egan. El que quiera saborear sus maravillosos relatos, que se haga con un ejemplar del recientemente editado en castellano Axiomático y sabrá a qué me refiero.

Mientrastanto, seguiremos contando angelitos en la cabeza del alfiler o nos preguntaremos qué sucede con Aquiles y la tortuga…