08 agosto 2008

Los dos anillos

Otra de las conexiones entre la literatura fantástica y la ópera se da en el caso de dos obras capitales en cada uno de los dos géneros. Por un lado, en la literatura, está El Señor de los Anillos, de J. R. R. Tolkien. Por el otro, en la ópera, El anillo del Nibelungo, de Richard Wagner.

Ambos autores bebieron de fuentes comunes y se inspiraron claramente en la mitología germánica y nórdica para realizar sus creaciones. Ambos debieron leer las narraciones del Ciclo artúrico, el poema épico de Los Nibelungos, El Kalevala y otras muchas narraciones.

Tanto Tolkien como Wagner tenían la intención de crear una mitología para sus respectivos países. Tolkien, deseaba que los británicos tuviesen una mitología propia, ya que la suya se había perdido por los avatares de la historia. Wagner, quería que el pueblo alemán tuviese como referencia la mitología de sus óperas. Para ello recurrirán a diversas fuentes mitológicas y obtendrán resultados muy diferentes, pero con una gran cantidad de elementos y ambientaciones en común.

Uno de los elementos simbólicos común a ambas obras es el anillo. En la obra de Tolkien, el anillo único es forjado por Sauron, un espíritu malvado, cuya intención es la de someter a todos los demás. El anillo representa el poder y en última instancia, el mal. El anillo es forjado en el Monte del Destino y debe ser arrojado a un río de lava si se desea su aniquilación.

En la obra de Wagner, el oro del Rhin, que representa el espíritu de la germanidad, es robado por un Nibelungo y transformado en un anillo y un yelmo, dotados de grandes poderes. Nuevamente, el anillo aquí representa el poder y finalmente, es lanzado al Rhin, mientras las llamas de la pira funeraria de Siegfrid ascienden hasta el Walhalla y lo consumen.

La idea de un anillo poderoso, símbolo del poder, forjado por manos artesanas, que trae la desgracia a quien lo posee y que arrastra a todo el universo con él es una idea que comparten ambas épicas, la tolkeniana y la wagneriana.

Es cierto que existen muchísimos más elementos en común, pero en mi opinión, es esta idea, unida a la del héroe expiatorio y a la del final de una era gloriosa las características más notables de ambas series épicas.

Es curioso que, aun con intenciones completamente opuestas, ambas sagas concluyan con el advenimiento de una era moderna básicamente cristiana. En Tolkien apenas se insinúa, aunque está clara su intención, debido a su profunda fe, que impregna los leitmotive de la obra, mientras que Wagner viene a decir que tras la muerte de los viejos dioses, el cristianismo será el elemento cultural central en el pueblo germánico, si bien, a diferencia de Tolkien, está muy influido por el anticlericalismo y el ateísmo de Nietzsche.