26 julio 2007

Energías

A veces, determinados temas están tan a caballo entre la ciencia ficción y la realidad que resulta muy difícil separarlos adecuadamente. Tal es el caso de las fuentes de energía. Desde antiguo, el hombre ha venido utilizando muchas fuentes de energía, desde el trabajo muscular, fruto de determinadas reacciones bioquímicas, pasando por la energía térmica de combustión, la energía solar, etc.

Actualmente, las formas más avanzadas de obtener energía son la explotación de la energía nuclear, ya sea en su forma de fisión, disponible desde hace unas cuantas décadas, ya sea en su forma de fusión, todavía en pañales.

No obstante, la ciencia ficción ha sido capaz de imaginar formas mucho más sofisticadas de obtener energía. Algunas, producto de una ingeniería avanzada que, tal vez, serán posibles en el futuro. Otras, completamente imaginarias, extensión metafórica de otras formas existentes hoy día.

En el primer grupo encontramos enormes centrales de energía solar, algunas espaciales que transmitirían la energía captada a la Tierra en forma de microondas o mediante láseres. Algunos aprovechamientos de la energía solar son verdaderamente originales, como los veleros solares de “El viento del Sol”, conocido relato de Arthur C. Clarke.

En Planeta prohibido (Forbidden Planet), los humanos llegan a Altair-4, un planeta antaño habitado por la desaparecida raza de los Krell, que tomaban la energía directamente del núcleo del planeta mediante colosales sistemas de ingeniería.

La fusión termonuclear, por ejemplo, se da por cierta en muchos relatos de ciencia ficción, en que las naves estelares utilizan esta forma de propulsión, captando el combustible directamente del espacio a medida que avanzan.

Entre las formas de energía del segundo grupo, estarían los sistemas de propulsión de Star Trek, basados en la reacción de una misteriosa substancia llamada dilithium, capaz de almacenar enormes cantidades de energía. El dilithium no es sino una evolución argumental del uranio de las centrales nucleares.

La energía nuclear puede ser una solución, al menos a medio plazo, en sustitución de otras formas de obtención de energía contaminante, responsables en parte del cambio climático. Pero tiene dos graves problemas: la seguridad y los residuos.

En teoría nada impide hacer extraordinariamente segura una central de fisión. Es más una cuestión de costes económicos que no algo relacionado con problemas de ingeniería.

Por otro lado, la cuestión de los residuos podría haber empezado a solucionarse recientemente. A parte de las ideas de Carlo Rubbia, base del relato “Tierra de residuos” de Charles Sheffield (que ya he citado más de una vez en este blog) sobre la posibilidad de obtener energía de dichos residuos y volverlos inertes, ahora un equipo israelí, con la colaboración de científicos rusos parecen haber encontrado un sistema de convertir los residuos nucleares en materiales inertes como vidrio y energía limpia.

Tal vez, uno de los relatos más curiosos en cuanto a cómo el uso de una nueva energía puede cambiar a toda una sociedad sea la novela de Robert Silverberg Las máscaras del tiempo, en que se nos habla de un futuro en que todo el mundo dispone de su propio generador de energía ilimitada en su casa, cosa que ha producido una sociedad de ultraindividualistas autosuficientes.

Tal vez la futura economía del hidrógeno hacia la cual parece que caminamos, no sea excesivamente diferente de ese mundo. Cuando cada municipio sea capaz de producir energía mediante el aprovechamiento de energía solar, eólica, biomasa, geotérmica, hidroeléctrica, etc. y pueda transportarla, distribuirla, comprarla y venderla con facilidad, es posible que algunos modelos socioeconómicos, basados en modos de energía costosos de producir (petróleo, uranio) cambien notablemente.

Y dentro de las soluciones imaginativas, no podía dejar de citar la que aparece en la película Reacción en cadena, en la que se extrae energía limpia… del agua mediante un peculiar sistema.

En todo caso está claro que el futuro nos deparará sorpresas. Quién sabe de qué fuentes de energía dispondremos dentro de cincuenta años y cómo se distribuirá la energía. Hace poco, se han realizado experimentos que permiten radiar energía electromagnética entre dos puntos no conectados físicamente mediante inducción resonante. Este sistema, todavía experimental, podría revolucionar el modo en que se distribuye la energía eléctrica a pequeña y mediana escala.

En cualquier caso, seguro que la realidad nos sorprenderá.