25 noviembre 2005

¿Es Ray Bradbury un reaccionario?

Tras repasar la mayor parte de la obra literaria de Ray Bradbury he empezado a preguntarme seriamente si el autor no será un reaccionario. Como el diablo suele estar en los detalles, tal vez, antes de discutirlo, lo mejor sería empezar definiendo reaccionario.

Según el diccionario, reaccionario es:

1. Que pretende a restablecer lo abolido. 2. Opuesto a las innovaciones.

Si tomamos únicamente la denotación del término e ignoramos las connotaciones, generalmente peyorativas, podríamos afirmar que, en efecto, Bradbury es bastante reaccionario.

La mayor parte de sus relatos tratan sobre temas muy clásicos como la confrontación entre las distintas etapas de la vida, el matrimonio, la fidelidad, los sentimientos, la honestidad y los viejos valores de una sociedad más sencilla, de corte agrario o como mínimo rural.

No son sólo las temáticas, sino incluso los paisajes en que se desarrolla la mayor parte de su obra: las llanuras, los pueblos pequeños, los rincones polvorientos dejados de la mano de Dios... y cuando se introducen elementos modernos como la carretera y la ciudad, casi siempre suele haber un tono crítico o de añoranza por tiempos pasados. Incluso el Marte que tan famoso le hizo por sus Crónicas marcianas no es exactamente un entorno extraplanetario, sino más bien un espacio alegórico del medio oeste norteamericano.

Los choques de culturas también están muy presentes en sus obras, generalmente desde una óptica fatalista en que el conquistador acaba eliminando al aborigen.

La visión de Bradbury del futuro suele ser oscura. Abundan los futuros apocalípticos y post-apocalípticos, las sociedades descompuestas y decadentes, plagas... El autor parece estar gritándonos muchas veces que deberíamos valorar mucho más lo que tenemos y sobre todo, lo que ya hemos perdido.

La ciudad y la carretera casi siempre son trampas mortales para Bradbury. Los viajeros del futuro, escapan a un pasado idílico en el que pueden huir de fanáticas dictaduras o mundos corruptos. Otro tanto puede decirse de Marte.

También podemos detectar un cierto reaccionarismo en el papel que suele tener la mujer en sus narraciones, que no podría catalogar de machista, sino más bien de amarga-hombres. Pero no sería justo hacer pasar aquí a Bradbury por un machista añejo, porque creo que no lo es. Algunos cuentos muestran justo lo contrario, aunque me queda la sospecha de si no será una fachada de lo que le gustaría a él que fuesen las mujeres.

Dicho de otra manera, parece como si el escritor quisiese mujeres liberadas y en armonía consigo mismas para que no amarguen ni ahoguen a sus respectivos maridos, pues parece que la finalidad inmediata de cualquier mujer es la de ser compañera del hombre.

Podemos apreciar multitud de recuerdos de viajes (por el tiempo y el espacio) de la trayectoria vital del autor. Recortes de las antiguas películas de Hollywood, de viejas canciones que ya casi nadie canta, de sencillos entretenimientos, como contar historias de miedo o pasear... También retrata con precisión a sociedades mucho más ancladas en el pasado que la norteamericana, como son los irlandeses, que siempre trata con respeto y sutil ironía.

Su posición respecto de la homosexualidad en varios relatos, por ejemplo, también nos muestran a un Bradbury bastante reaccionario, aunque no es un tema especialmente tocado por el autor.

También la televisión es diana de sus afilados dardos narrativos, así como muchas otras tecnologías, que él ve como alienantes y deshumanizadoras, muchas veces no sin falta de razón.

Incluso en algún relato, la ciudad es dibujada como una especie de vampiro que sacia todos nuestros deseos a cambio de nuestra alma, que nos vacía y nos vuelve siervos suyos.

Es natural, pues, que la infancia por su inocencia y la vejez por aquello de que poca cosa se espera ya de la vida y es en cierto modo una segunda infancia, sean los tiempos favoritos para llevar el agua a su molino.

Los personajes de Bradbury suelen ser dibujados con pocas pinceladas y rara vez son multidimensionales, lo que no significa tampoco que sean de cartón-piedra. Pero se da la circunstancia de que en muchas ocasiones, los personajes no son sólo de carne y hueso, sino que pueden formar parte del reparto viejas mansiones abandonadas, llanuras polvorientas o carreteras abandonadas.

En cierta manera, comparte rasgos con Clifford D. Simak, que siempre nos mostraba ámbitos rurales en los que transcurría la acción. Pero Simak es mucho más intencional y menos alegórico que Bradbury y era, básicamente, un escritor de ciencia ficción, mientras Bradbury abarca un campo mucho más amplio que llega también a la fantasía y al realismo mágico, hasta el punto que muchas de sus narraciones que se nos venden como ciencia ficción, no tienen ni un sólo elemento fantástico, aunque sí ese aura tan particular que es capaz de transmitir.

En fin, que multitud de detalles formales y de contenido dibujan un perfil bastante claro de la ideología de este talentoso escritor norteamericano, admirador de los grandes clásicos modernos de la literatura inglesa (Dickens, Hemmingway, Poe, Melville, Wilde, etc). Y creo que reaccionario es un término que lo define bastante bien, siempre que eliminemos los matices negativos de la palabra.