13 agosto 2020

El imperio de los sentidos

 La fantasía y la ciencia ficción nos ofrecen algunas interesantes posibilidades en lo relativo a la percepción. Concretamente a una versión ampliada de la percepción tal y como la entendemos los seres humanos.

 

Una opción bastante explotada son los telépatas, que supuestamente son personas capaces de captar el pensamiento o las emociones de otras personas, sean o no telépatas y en algunos casos, incluso de transmitírselas a otros.

 

También tenemos la posibilidad de disponer de sentidos realzados: la opción de ver los infrarrojos o el espectro ultravioleta, o incluso con rayos X, como Supermán; de captar susurros inaudibles, como La mujer biónica o incluso poder analizar químicamente una substancia con una versión sofisticada del gusto, como hacen las Bene Gesserit de Dune.

 

Algunos seres también son capaces de percibir otras radiaciones del espectro, como las microondas o las ondas de radio o incluso de emitirlas, como sucede con Sparta de la serie Venus Prime.

 

Naturalmente, existen cosas más fantásticas todavía, como percibir el pasado o el futuro: la presciencia o precognición (o postcognición). Es uno de los temas favoritos de la fantasía: la posibilidad de averiguar el pasado o, mejor aún, el futuro.

 

A veces se ha especulado sobre cómo sería percibir más parte del espectro electromagnético que la zona “visible”, como hacen, por ejemplo, algunos insectos con el área ultravioleta cercana. ¿Lo veríamos como otro color? ¿Cómo lo procesaría nuestro cerebro?

 

A fin de cuentas, cómo podemos saber que lo que uno percibe como “amarillo” es percibido de análoga manera por otra persona. ¿Quién no nos asegura que es percibido de manera completamente distinta? Y no hablo de sinestesia, sino simplemente de interpretación de algo tan aparentemente simple como un color.

 

Estoy convencido que Immanuel Kant estaría encantado con estas reflexiones y nos aportaría algunas ideas muy interesantes al debate.