12 abril 2006

Lejos del mundanal ruido

Algunos hoteles tienen en su haber bibliotecas más o menos extensas formadas a partir de libros donados por clientes o que éstos se han dejado olvidados en sus instalaciones. De vez en cuando, me da la vena viajera y suelo hospedarme en hoteles, alguno de los cuales tiene una biblioteca de estas características.

Uno de los primeros que recuerdo es el hotel Saurat, un peculiar hotel de montaña situado en Espot, en la entrada del Parque Nacional de Aigüestortes, en la comarca del Pallars Sobirà, en el Pirineo de Lleida. Me sorprendió encontrar en dicha biblioteca libros de ciencia ficción. Algunos más o menos comunes y otros más raros.

Al parecer, los clientes suelen leer ciencia ficción cuando se van de vacaciones, por puro placer. Lo que no sé es cómo interpretar el hecho de que se hayan dejado olvidado el libro en cuestión.

La biblioteca del Saurat no es un caso aislado. En otras también me he encontrado libros de ciencia ficción. Incluso en algún caso he visto a algún cliente leer alguno. Tampoco es extraño encontrar en pequeñas librerías de pueblos perdidos, libros de ciencia ficción, en formato bolsillo, como me sucedió hace años en un pequeño pueblo en el centro de Gran Canaria.

Supongo que son los típicos libros que tienen una cierta salida entre turistas, que buscan una lectura más o menos intrascendente. La verdad es que los libros de ciencia ficción que he ido encontrando en este tipo de quioscos-librería no son del tipo distópico o trascendente, sino más bien colecciones de cuentos de Asimov o ediciones de bolsillo del best-seller de moda.

Existe, pues, un cierto público lector que ve la literatura de ciencia ficción básicamente como algo escapista, al igual que la mayor parte del público lector de fantasía o de terror sobrenatural. Tal vez una de las diferencias más claras entre la ciencia ficción y buena parte de (aunque no toda) la fantasía sea ésta: que también puede tener una componente no escapista, más reflexiva sobre la sociedad.

A mí, la verdad sea dicha, siempre me ha interesado más la componente crítico-reflexiva de la ciencia ficción que no el sentido de la maravilla o el escapismo, aunque debo reconocer que también me atrae. Pero tiene un serio problema: rara vez se admiten relecturas.

Así me ha sucedido con obras como La ciudad y las estrellas de Arthur C. Clarke, que me maravilló cuando la leí por vez primera hace años, pero que me decepcionó cuando la releí el año pasado. Y no porque la novela ya no me gustase, sino precisamente porque se basa sobre todo en el sentido de la maravilla y una segunda lectura es bastante enemiga de éste, pues ya sabemos qué va a suceder y las maravillas ya no son tales.

Con el paso de los años he aprendido a valorar más los libros reflexivos que no los que hacen gala de grandes exhibiciones y de fuegos artificiales, aunque de tanto en cuanto me gusta leer algunos así, porque la lectura también es escapismo y placer per se.