01 junio 2020

Clorofila


En la ciencia ficción abundan los vegetales problemáticos. Algunos, porque se convierten en plagas. Otros, porque tienen personalidad propia y hasta sentimientos. Y otros porque se encuentran en sitios inesperados.

De estos últimos, tenemos el caso de los seres clorofílicos que habitan el océano interior del satélite joviano Europa, en 2010. Odisea dos (2010. Odyssey Two, 1982), de Arthur C. Clarke, como descubre accidentalmente una sonda espacial china, para desgracia suya.

En la película Avatar (2009), de James Cameron, podemos ver a unos árboles que se unen por las raíces y que se comunican a través de ellas.

En la novela Hyperion (Hyperion, 1989, Premio Hugo 1990, Premio Locus 1990), de Dan Simmons, aparecen unos curiosos árboles eléctricos, bastante mortíferos.

En el relato “Los colmillos de los árboles” (”The Fangs of the Trees”, 1968) de Robert Silverberg, aparecen unos árboles medio vegetales, medio animales, dotados de personalidad.

El escritor británico John Wyndham nos presenta a unas plantas dotadas de un aguijón mortal y que son cultivadas por su aceite: los trífidos (El día de los trífidos, [The Day of the Triffids, 1951]). En principio, estos se encuentran bajo control, hasta que un accidente cósmico deja a la inmensa mayoría de los humanos ciegos y a los trífidos fuera de control.

En el cine, podemos encontrar un clásico de vegetales insidiosos, basados en una novela de Jack Finney: La invasión de los ladrones de cuerpos (The Body Snatchers, 1955). Unas esporas provinientes del espacio exterior dan lugar a unas vainas de las que surgen copias exactas de seres humanos que acaban siendo suplantados por estos.

En un tono más divertido, tenemos La tienda de los horrores (The Little Shop of Horrors), de la que se han hecho varias versiones cinematográficas, teatrales y hasta musicales. La protagonista es una planta extraterrestre vampira llamada Audrey que habita la trastienda de una floristería, ayudada por un apocado empleado. La primera versión de la película es de Roger Corman, data de 1960 y es una de las películas de serie B más famosas de toda la historia.

Citaremos también un par de capítulos de Star Trek. En La Serie Original, en uno de los capítulos: “Esa cara del paraíso” (“This Side of Paradise”, 1967), la tripulación del Enterprise visita el mundo de Omicron Ceti III aprentemente idílico poblado por unas flores que al ser olidas liberan una substancia que altera la personalidad de los protagonistas, incluída la del Sr. Spock, a quien podemos ver enamorado, cosa insólita en un medio vulcano.

En Star Trek: Voyager, en la capítulo titulado “Tuvix” (1996), dos de los protagonistas: el vulcano Tuvok y el talaxiano Neelix acaban hibridados al ser transportados conjuntamente con una orquídea, formándose un individuo completamente diferente, combinación de los tres.

En Los genocidas (The Genocides, 1965), de Thomas M. Disch, la Tierra es invadida por unas esporas extraterrestres que se desarrollan vorazmente, exterminando toda forma de vida en la superficie y ocupando todo el espacio vital posible.

En Los árboles integrales (The Integral Trees, 1984, Premio Locus 1985), de Larry Niven,  se nos muestra a unos de los vegetales más originales concebidos por los escritores de ciencia ficción: una especie de estructuras leñosas de de cien kilómetros de longitud que habitan en un anillo espacial de unas características fabulosas.

Finalmente, Invernáculo (Hothouse, 1961), de Brian W. Aldiss, que describe una Tierra futura que ha dejado de rotar sobre su eje. En una de las caras, donde siempre es de día, los vegetales han experimentado una enorme evolución, hasta desplazar a todos los animales, incluídos los seres humanos, que subsisten en condiciones precarias.