Clorofila
En la ciencia ficción
abundan los vegetales problemáticos. Algunos, porque se convierten en plagas.
Otros, porque tienen personalidad propia y hasta sentimientos. Y otros porque
se encuentran en sitios inesperados.
De estos últimos, tenemos
el caso de los seres clorofílicos que habitan el océano interior del satélite
joviano Europa, en 2010. Odisea dos (2010. Odyssey Two,
1982), de Arthur C. Clarke, como descubre accidentalmente una sonda espacial
china, para desgracia suya.
En la película
Avatar (2009), de James Cameron, podemos ver a unos árboles
que se unen por las raíces y que se comunican a través de ellas.
En la novela
Hyperion (Hyperion, 1989, Premio Hugo
1990, Premio Locus 1990), de Dan Simmons, aparecen unos curiosos árboles
eléctricos, bastante mortíferos.
En el relato “Los
colmillos de los árboles” (”The Fangs of the Trees”, 1968)
de Robert Silverberg, aparecen unos árboles medio vegetales, medio animales,
dotados de personalidad.
El escritor británico John
Wyndham nos presenta a unas plantas dotadas de un aguijón mortal y que son
cultivadas por su aceite: los trífidos (El día de los
trífidos, [The Day of the Triffids, 1951]). En
principio, estos se encuentran bajo control, hasta que un accidente cósmico
deja a la inmensa mayoría de los humanos ciegos y a los trífidos fuera de
control.
En el cine, podemos
encontrar un clásico de vegetales insidiosos, basados en una novela de Jack
Finney: La invasión de los ladrones de cuerpos (The
Body Snatchers, 1955). Unas esporas provinientes del espacio exterior
dan lugar a unas vainas de las que surgen copias exactas de seres humanos que
acaban siendo suplantados por estos.
En un tono más divertido,
tenemos La tienda de los horrores (The Little Shop
of Horrors), de la que se han hecho varias versiones
cinematográficas, teatrales y hasta musicales. La protagonista es una planta
extraterrestre vampira llamada Audrey que habita la trastienda de una
floristería, ayudada por un apocado empleado. La primera versión de la película
es de Roger Corman, data de 1960 y es una de las películas de serie B más
famosas de toda la historia.
Citaremos también un par
de capítulos de Star Trek. En La Serie
Original, en uno de los capítulos: “Esa cara del paraíso” (“This
Side of Paradise”, 1967), la tripulación del Enterprise visita el
mundo de Omicron Ceti III aprentemente idílico poblado por unas flores que al
ser olidas liberan una substancia que altera la personalidad de los
protagonistas, incluída la del Sr. Spock, a quien podemos ver enamorado, cosa
insólita en un medio vulcano.
En Star Trek:
Voyager, en la capítulo titulado “Tuvix” (1996), dos de los
protagonistas: el vulcano Tuvok y el talaxiano Neelix acaban hibridados al ser
transportados conjuntamente con una orquídea, formándose un individuo
completamente diferente, combinación de los tres.
En Los
genocidas (The Genocides, 1965), de Thomas M.
Disch, la Tierra es invadida por unas esporas extraterrestres que se
desarrollan vorazmente, exterminando toda forma de vida en la superficie y
ocupando todo el espacio vital posible.
En Los árboles
integrales (The Integral Trees, 1984, Premio Locus
1985), de Larry Niven, se nos muestra a unos
de los vegetales más originales concebidos por los escritores de ciencia
ficción: una especie de estructuras leñosas de de cien kilómetros de longitud
que habitan en un anillo espacial de unas características fabulosas.
Finalmente, Invernáculo
(Hothouse, 1961), de Brian W. Aldiss, que describe una
Tierra futura que ha dejado de rotar sobre su eje. En una de las caras, donde
siempre es de día, los vegetales han experimentado una enorme evolución, hasta
desplazar a todos los animales, incluídos los seres humanos, que subsisten en
condiciones precarias.
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