22 marzo 2021

Minerales célebres

Soy coleccionista de minerales desde los diez años, almenos. Para mí fue maravilloso descubrir la escala de Mohs, la clasificación de Strunz, los sistemas de cristalización o las características de ciertos minerales, como la fragilidad, la ductibilidad o el brillo. Desde entonces que cada año adquiero alguna pieza de algún mineral que no tengo, o de alguno que me gusta especialmente.

 

¿Aparecen minerales en la ciencia ficción? Bueno, en la fantasía, desde luego. Especialmente en forma de gemas de colores, con propiedades mágicas y cargadas de energía o con poderes sobrenaturales. O el material plateado muy duro, que sirve para construir cotas de malla: el mithril, en El Señor de los Anillos (The Lord of the Rings, 1954), de J. R. R. Tolkien. Pero centrémonos en la ciencia ficción.

 

Lo primero que se me viene a la cabeza son la naves de la Federación (Star Trek), que funcionan con cristales de dilithium. O sus cascos, que están hechos con un metal llamado duranium.

 

En el primer capítulo de Star Trek: Voyager, se nos presenta a una especie de alien -el Guardián- que se dedica a buscar a semejantes suyos y que, al morir, queda convertido en una especie de matriz cristalina parecida a un trozo de cuarzo.

 

También en Star Trek, esta vez en La Nueva Generación, aparece una forma de vida inteligente que se encuentra en una especie de arena cristalina y que describe a los humanos como “horribles bolsas de agua”. Ello sucede en el capítulo titulado “Suelo habitado” (“Home Soil”, 1988).

 

Más magnificiente es un alien de La Nueva Generación, conocido como la Entidad Cristalina, que es una especie de “copo de nieve gigante” (como lo define el doctor Noonian Soong), responsable de la destrucción de la población del planeta Omicron Theta, donde fue encontrado desactivado el comandante Data y tenía su laboratorio el doctor Noonian Soong.

 

Isaac Asimov escribió un relato en el que especulaba sobre una forma de vida basada en el silicio, en vez de en el carbono, al que llamaba siliconia, en el cuento “La piedra viviente” (“The Talking Stone”, 1955), contenido en la recopilación Estoy en Puertomarte sin Hilda.

 

¿Y qué decir de uno de los minerales más famosos de toda la historia de la ciencia ficción?: la kriptonita, originaria del planeta natal de Supermán, Krypton y que es la única sustancia del universo capaz de doblegar al hombre de acero. Nadie sabe de qué está compuesta, pero es verde, brilla en la oscuridad y está presente en los meteoritos que llegan a la Tierra, restos de la destrucción de Krypton.

 

Y uno más reciente: el adamantium, la substancia irrompible con que fue infiltrado Lobezno en la serie de los X-Men. Adamantium proviene del latín adamantis, quien a su vez proviene del griego, adamantos, en el sentido de duro, indomable.

 

No podemos dejar de lado el menos conocido hielo-9, el verdadero protagonista de la novela Cuna de gato (Cat’s Cradle, 1963), de Kurt Vonnegut, que al reaccionar con el agua líquida, actúa como una semilla de cristal y la solidifica completamente.

 

Otros cristales muy cinematográficos son los cristales kyber, que proporcionan energía a los famosísimos sables de luz que usan Jedis y Sith en la serie de películas de Star Wars.

 

También está el unobtanium, un mineral muy valioso que se encuentra en la luna Pandora (Avatar, 2009, dirigida por James Cameron) y que se utiliza para suministrar energía a la Tierra.

 

En la serie Star Gate, las puertas estelares que permiten viajar por toda la galaxia y más allá, están hechas de un extraño mineral superpesado llamado Naqahdah, capaz de acumular energía, entre otras cosas.

 

Y para acabar, uno de bastante antiguo en el mundillo: la cavorita, que era capaz de apantallar la fuerza gravitatoria y permitía a las naves salir de la Tierra. Aparece en la novela de H. G. Wells, Los primeros hombres en la Luna (The First Men in the Moon, 1901).