Sobre cruces y crucifixiones
Hay bastante literatura de
ciencia ficción relacionada con la crucifixión de Jesucristo, tal vez porque
posiblemente fuese el soñado destino turístico favorito para un hipotético
viajero del tiempo.
Hay un curioso relato de
Garry Kilworth, titulado “¡Vamos al Gólgota!” (”Let’s Go to
Golgotha!”, 1974), en el que las multitudes que condenan a Cristo a
la cruz y exoneran a Barrabás en realidad son viajeros del tiempo.
También hayamos un cierto
aire de paradoja temporal en la conocida novela He aquí el
hombre (“Behold de Man”, 1969), de Michael
Moorcock, en que un hombre decide viajar en una máquina del tiempo hasta los
tiempos de Cristo, para descubrir en carne propia que las cosas no sucedieron
exactamente como suponía.
Otra conocida novela, de
la que se ha hecho una versión cinematográfica, es El vídeo
Jesús (”Das Jesus video”, 1998), donde un
arqueólogo descubre el esqueleto de un hombre moderno en un yacimiento que data
de la Jerusalén de los tiempos de Jesucristo.
En la novela, se da a
entender que existe una cámara en la que hay grabadas imágenes de Jesucristo y
el cristo (nunca mejor dicho) que sea lía para hacerse con ellas.
En Luz de otros
tiempos (”The Light of Other Days”, 2000), de Arthur
C. Clarke y Stephen Baxter, gracias a un invento revolucionario: una cámara que
permite obtener imágenes de cualquier lugar en tiempo real que también permite
obtener imágenes del pasado, se descubre la multitud de mentiras de las que
está tejida la Historia. Os podéis imaginar cuál es uno de los momentos
estelares de observación del pasado, ¿no?
Y para acabar con
crucifixiones, aunque no con la de Cristo, propiamente, tenemos el magnífico
relato de Harry Harrison: “Las calles de Ascalon” (“The Streets of
Ashkelon”, 1962), claramente antireligioso, en el que un predicador
decide llevar la palabra de Dios a un mundo poblado por alienígenas
racionalistas que no creen en ninguna divinidad y que acaba crucificado como
efecto secundario.
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