14 noviembre 2019

Sobre cruces y crucifixiones


Hay bastante literatura de ciencia ficción relacionada con la crucifixión de Jesucristo, tal vez porque posiblemente fuese el soñado destino turístico favorito para un hipotético viajero del tiempo.

Hay un curioso relato de Garry Kilworth, titulado “¡Vamos al Gólgota!” (”Let’s Go to Golgotha!”, 1974), en el que las multitudes que condenan a Cristo a la cruz y exoneran a Barrabás en realidad son viajeros del tiempo.

También hayamos un cierto aire de paradoja temporal en la conocida novela He aquí el hombre (“Behold de Man”, 1969), de Michael Moorcock, en que un hombre decide viajar en una máquina del tiempo hasta los tiempos de Cristo, para descubrir en carne propia que las cosas no sucedieron exactamente como suponía.

Otra conocida novela, de la que se ha hecho una versión cinematográfica, es El vídeo Jesús (”Das Jesus video”, 1998), donde un arqueólogo descubre el esqueleto de un hombre moderno en un yacimiento que data de la Jerusalén de los tiempos de Jesucristo.

En la novela, se da a entender que existe una cámara en la que hay grabadas imágenes de Jesucristo y el cristo (nunca mejor dicho) que sea lía para hacerse con ellas.

En Luz de otros tiempos (”The Light of Other Days”, 2000), de Arthur C. Clarke y Stephen Baxter, gracias a un invento revolucionario: una cámara que permite obtener imágenes de cualquier lugar en tiempo real que también permite obtener imágenes del pasado, se descubre la multitud de mentiras de las que está tejida la Historia. Os podéis imaginar cuál es uno de los momentos estelares de observación del pasado, ¿no?

Y para acabar con crucifixiones, aunque no con la de Cristo, propiamente, tenemos el magnífico relato de Harry Harrison: “Las calles de Ascalon” (“The Streets of Ashkelon”, 1962), claramente antireligioso, en el que un predicador decide llevar la palabra de Dios a un mundo poblado por alienígenas racionalistas que no creen en ninguna divinidad y que acaba crucificado como efecto secundario.