21 noviembre 2007

De Troya a Roma

Pocas satisfacciones deben ser más grandes para un arqueólogo que descubrir una ciudad o elemento mítico de una cultura que es conocido desde antiguo y que se tiene prácticamente por legendario. Algo así debió sentir en 1871 Heinrich Schliemann cuando encontró los restos de la mítica Ilión (Troya), ciudad que se creía mitológica hasta aquel entonces.

Algo parecido sucedió hace unos años en Roma, cuando los arqueólogos hallaron los restos del que pudo haber sido el muro original de Roma, aquél que se supone que construyó Rómulo. La historia ha vuelto a repetirse ahora, aunque con un elemento mucho más espectacular.

Al parecer, los arqueólogos han encontrado en el subsuelo del monte Palatino de Roma la cueva originaria en que empezó todo, donde se supone que la Loba Capitolina amamantó a Rómulo y Remo, fundadores de la Ciudad.

En la época de Augusto, esta cavidad fue embellecida y en ella se celebraban rituales de una cierta importancia. En siglos posteriores, debido a la acción de la Iglesia, el lugar cayó en desuso y se olvidó su ubicación, hasta el punto que muchos creían que era mítico.

Pero ahora los arqueólogos lo han redescubierto y está previsto que el año que viene pueda ser visitado. Para un amante de la historia como yo, ese lugar ejerce una atracción sobre mucho mayor que la cripta de San Pedro, donde supuestamente está enterrado el fundador de la Iglesia. Si tengo que escoger, me quedo con la Loba Capitolina, que es mucho más antigua y más sugerente para mí.

La ciencia ficción tiene una interesante conexión con la arqueología y los lugares míticos. Sólo hay que echar un vistazo a los estantes de cualquier librería y ver la cantidad de obras que existen sobre la Atlántida o sobre entelequias danikenianas. Incluso algunas series de televisión de este género tienen una alta componente arqueológica, como es el caso de Star Gate.

La unión de lo antiguo y lo moderno a través de lo místico, ejerce una fascinación poco común sobre los seres humanos. Supongo que por eso novelas como El código da Vinci han tenido tanto éxito. La historia mítica nos fascina. Pero la realidad, casi siempre suele superar a la ficción. Yo, por lo pronto, pienso personarme en Roma el año que viene para poder contemplar con mis propios ojos dónde empezó la historia del Imperio más influyente de toda la historia de Occidente.