20 abril 2020

Adicciones en la ciencia ficción


Ya he hablado en otras ocasiones en este blog sobre drogas en la ciencia ficción, pero hoy me gustaría tratar el tema de las adicciones, propiamente dichas, que no tienen por qué provenir de una substancia química.

Un caso en que sí que están relacionadas con una substancia química, lo encontramos en la serie Star Trek: Espacio Profundo Nueve, en algunos capítulos sobre las guerras contra el Dominion. El Dominion es una especie de anti-Federación, que controla a diversas especies mediante un dominio tiránico (de ahí el nombre).

Uno de los métodos empleados es el uso de una substancia tremendamente adictiva que se suministra a una raza -los Jem’Hadar- que hacen las veces de guerreros del Dominion. Esta droga se llama ketracel blanco y convierte a esta especie en súbditos incondicionales de los amos del cotarro.

Una droga también puede crearse para generar adictos con finalidades comerciales, como es el caso de la bebida estimulante moka-koka, que aparece en la novela Mercaderes del espacio (The Space Merchants, 1953), de Frederik Pohl y C. M. Kornbluth, de nombre sospechosamente parecido al de cierta conocida marca de refresco de cola.

En Mercaderes del espacio existe un proceso a traición llamado campbellización límbica que afecta directamente al cerebro humano y que es el responsable de la adicción a un determinado producto comercial.

También con pretensiones de controlar a los sujetos, tenemos un videojuego adictivo en el episodio El juego (The Game, 1991) de la serie Star Trek: La Nueva Generación, en el que el juego en cuestión no es sino un caballo de Troya para hacerse con el control de la nave Enterprise.

A veces, las adicciones se producen a raíz de una broma de mal gusto, como es el caso del uso de los tasps, unos dispositivos que estimulan ciertas áreas del cerebro, produciendo un gran placer y que generan adicción. Esto se nos cuenta en Los ingenieros del Mundo Anillo (The Ringworld Engineers, 1979), de Larry Niven. Uno de los protagonistas, Luis Wu, se ha llegado a implantar unos electrodos en el cerebro, que estimulan las áreas del placer. Es lo que se conoce con el nombre de ”cableta”
.

O incluso, la adicción puede ser un efecto secundario, como sucede en un capítulo de Star Gate, en el que se nos cuenta que el uso continuado de los sarcófagos curativos Go’auld produce terribles efectos secundarios en sus usuarios, en forma de cambios bruscos de la personalidad, pérdida de empatía, aumento de la megalomanía, la paranoia y el egoísmo y una necesidad incontenible de seguir utilizándolos.