Adicciones en la ciencia ficción
Ya he hablado en otras
ocasiones en este blog sobre drogas en la ciencia ficción, pero hoy me gustaría
tratar el tema de las adicciones, propiamente dichas, que no tienen por qué
provenir de una substancia química.
Un caso en que sí que están
relacionadas con una substancia química, lo encontramos en la serie
Star Trek: Espacio Profundo Nueve, en algunos capítulos
sobre las guerras contra el Dominion. El
Dominion es una especie de anti-Federación, que controla a
diversas especies mediante un dominio tiránico (de ahí el nombre).
Uno de los métodos empleados
es el uso de una substancia tremendamente adictiva que se suministra a una raza
-los Jem’Hadar- que hacen las veces de guerreros del Dominion.
Esta droga se llama ketracel blanco y convierte a esta
especie en súbditos incondicionales de los amos del cotarro.
Una droga también puede
crearse para generar adictos con finalidades comerciales, como es el caso de la
bebida estimulante moka-koka, que aparece en la novela
Mercaderes del espacio (The Space
Merchants, 1953), de Frederik Pohl y C. M. Kornbluth, de nombre sospechosamente
parecido al de cierta conocida marca de refresco de cola.
En Mercaderes del
espacio existe un proceso a traición llamado campbellización
límbica que afecta directamente al cerebro humano y que es el
responsable de la adicción a un determinado producto comercial.
También con pretensiones
de controlar a los sujetos, tenemos un videojuego adictivo en el episodio
El juego (The Game, 1991) de la serie
Star Trek: La Nueva Generación, en el que el juego en
cuestión no es sino un caballo de Troya para hacerse con el control de la nave
Enterprise.
A veces, las adicciones se
producen a raíz de una broma de mal gusto, como es el caso del uso de los
tasps, unos dispositivos que estimulan ciertas áreas del
cerebro, produciendo un gran placer y que generan adicción. Esto se nos cuenta
en Los ingenieros del Mundo Anillo (The Ringworld
Engineers, 1979), de Larry Niven. Uno de los protagonistas, Luis Wu,
se ha llegado a implantar unos electrodos en el cerebro, que estimulan las
áreas del placer. Es lo que se conoce con el nombre de ”cableta”
.
O incluso, la adicción
puede ser un efecto secundario, como sucede en un capítulo de Star
Gate, en el que se nos cuenta que el uso continuado de los sarcófagos
curativos Go’auld produce terribles efectos secundarios en sus
usuarios, en forma de cambios bruscos de la personalidad, pérdida de empatía,
aumento de la megalomanía, la paranoia y el egoísmo y una necesidad
incontenible de seguir utilizándolos.
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