Sturm und Drang
Existen muchas visiones
apocalípticas del fin del mundo (tal y como lo conocemos) en la ciencia
ficción. Tal vez, una de las que más me impresionó por el estado de total desasosiego
que genera es la descrita en Cronopaisaje (Time
Scape, 1980), de Gregory Benford.
Este libro, que de hecho
trata de una especie de viaje en el tiempo de información y de universos
alternativos, describe un mundo en el que las cosas han ido bastante mal. La
contaminación se ha descontrolado y la vida se ha vuelto una verdadera
pesadilla.
Y eso que fue escrito en
una época en que aún no se hablaba de cambio climático, ni de agujeros en la
capa de ozono, ni de microplásticos en los océanos, ni de especies invasoras,
ni de meteorología extrema.
Otro de mis libros de
cabecera en lo que a distopías climáticas y de polución se refiere es
Tierra(Earth, 1990), de David Brin, que
describe un mundo a cincuenta años vista, este sí, con subida del nivel del
mar, contaminación, agotamiento de los recursos, superpoblación y tecnologías
descontroladas.
Pero a pesar de que
Tierra pueda parecer peor que
Cronopaisaje, el primero destila un cierto optimismo dentro
de lo mal que están las cosas, mientras que con el segundo te entran ganas de
lanzarte desde un puente y con una piedra al cuello, para asegurar el tiro.
Desde luego que hay muchas
otras distopías. De hecho, la ciencia ficción es una fábrica de distopías. Los
británicos son especialistas en ello, mayormente en acabar con el mundo o
dejarlo hecho unos zorros (Wyndham, Ballard, Orwell, Huxley o Aldiss), pero las
de tipo climático son un poco las que más miedo dan.
A fin de cuentas, si una
tecnología ser vuelve peligrosa siempre podemos dejar de utilizarla. Pero todo
lo que tiene que ver con la naturaleza, suele ser incontrolable. Sturm
und Drang.
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