08 febrero 2021

Cómo nos controlan

Vivimos en la era de la información. Aunque tal vez sería más adecuado decir que vivimos en la era de los datos. El famoso Big Data, ya sabéis: terabytes de datos de todo tipo, para saber cosas de nosotros, vendernos lo que queremos comprar antes incluso de que nosotros lo sepamos y tenernos bien controladitos. El sueño húmedo del Gran Hermano de 1984 (George Orwell).

 

En algunos países, como en China, esto ya es una realidad. Hay cámaras y micrófonos y todo tipo de sensores por todas partes. Ahora lo visten como sistemas de seguridad para evitar atentados terroristas, pero en el fondo, lo que quiere el estado chino (y no es el único) es saberlo todo sobre nosotros: quiénes somos, dónde vamos, con quién, qué hacemos, cuándo y durante cuánto tiempo… ¿Da miedo, verdad? Pues eso no es nada comparado con lo que se avecina.

 

Cuando tengamos instalado el internet de las cosas en nuestros pueblos y ciudades, sabrán hasta la talla de calzoncillos (o bragas) que llevamos. Los ordenadores cada vez están más capacitados para procesar cantidades ingentes de datos y convertirlo en información útil para sus dueños. ¿O es que os pensáis que los superordenadores solo sirven para la investigación contra el cáncer o para predecir el tiempo meteorológico? Non solum, sed etiam.

 

Ahora, hace una cierta gracia ver la escena de la película Desafío total (Total Recall, de Paul Verhoeven, 1990), en la que se ve a un hombre pasando por un escáner de rayos X en un metro, en donde le detectan un arma. Hoy, saben el tipo de arma, la munición, quién la ha fabricado y si mucho me apuras, hasta en qué tienda la han comprado. Y la talla de calzoncillos (o de bragas).

 

También es bastante premonitorio todo lo que decía Alvin Toffler en sus libros, sobre cómo los supermercados eran capaces de saber montones de cosas sobre nosotros, analizando lo que comprábamos y los recorridos que hacíamos dentro del supermercado, con los carritos. Más Big Data. Hoy, el pan nuestro de cada día.

 

Un ejemplo de ello, lo vemos en la película Minority Report (2002), basada en el relato homónimo de Philip K. Dick, en el que las tiendas identifican a sus potenciales clientes gracias a las lecturas lejanas de los iris de los ojos, ofreciéndoles todo tipo de productos acomodados a sus necesidades.

 

Y por supuesto, el gran Leviatán: el teléfono móvil, que es casi cualquier cosa menos un teléfono. Esos smartphones a los que estamos amorrados medio día, sin los cuales muchos no podrían vivir y que están en flujo de datos constante con la nube. Gracias a ellos, se puede saber dónde estamos en todo momento, cerca de quién, lo que compramos, lo que decimos y pronto, no me extrañaría, hasta lo que pensamos.

 

Para aquellos que creen que nos insertan chips mediante las vacunas, pensad que el chip lo lleváis en vuestro bolsillo y no os importa lo más mínimo.

 

La era del 5G hará posible esta monitorización de nuestras actividades. Aunque claro, eso no es excusa para oponerse a ella. Entre otras cosas, porque no servirá de nada y también traerá cosas positivas y una gran creación de riqueza. Eso sí, los pocos restos de privacidad que aún quedan, serán barridos del mapa.

 

 

 

1 Comments:

At 10:29 p. m., Blogger Joselu said...

Saben también lo que pensamos. Con nuestros likes en Facebook definimos nuestra tendencias sociales, políticas, sexuales, ideológicas por completo. No hacen falta más que cincuenta likes para que se evidencia quiénes somos y qué pensamos. Nos creemos muy singulares y especiales, pero no somos sino algoritmos bastante sencillos. Yo no tengo facebook pero es lo mismo. Otra cosa es que alguien en particular decida saber de nosotros. No es eso lo que interesa, no, lo que interesamos es como tendencias sociales o políticas o comerciales o de edad. No interesamos como individuos -somos bastante aburridos por más geniales que nos creamos- sino como segmentos consumidores. En fin, esta es la realidad que has descrito muy bien. Saludos.

 

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