07 noviembre 2006

La lucha contra la Entropía: una moderna religión

En un par de novelas de ciencia ficción que he leído recientemente, el tema de la entropía es tratado en posición destacada, como un conjunto de reflexiones dentro de la obra. Es el caso de Crisis psicohistórica de Donald Kingsbury y Muero por dentro de Robert Silverberg.

La primera está más bien relacionada con la pérdida de información en nuestro Universo, mientras que las reflexiones de Silverberg van más bien hacia una línea escatológica del final de los tiempos, similar a la del clásico relato asimoviano “La última pregunta”.

Resumiendo las reflexiones de Silverberg en dicha novela: no importa lo que hagamos, pues dado que el universo es un sistema (en principio) cerrado en el que la entropía –es decir, el grado de desorden de la materia y la energía- no para de aumentar, estamos condenados –en un futuro remoto- a la muerte térmica y a la desaparición de toda forma de vida y de inteligencia.

Silverberg viene a decirnos que, total, no nos matemos, que nada tiene sentido y que todo acabará algún día en la nada más absoluta. No obstante, a pesar de esta visión tan fatalista de las cosas, más bien propia de un existencialista negativista como Jean-Paul Sartre, hay un rayo de esperanza que nos dice que, mientras tal cosa no suceda, es nuestra obligación luchar en contra de la entropía creciente.

Dicho de otro modo: la vida es una especie de estado ordenado de la materia en el que la entropía decrece (a costa de un entorno en el que crece). La vida, la inteligencia, la civilización tienden a construir, a crear, a desafiar la entropía.

Este concepto es prácticamente una religión de carácter constructivista, que lucha contra el caos (alta entropía) a partir de un orden (baja entropía) y que nuestra misión es contribuir a favor de esta lucha desigual, por más que esté condenada a largo plazo al fracaso (a le néant sartriano).

Un masón supongo que estaría bastante de acuerdo con este planteamiento (aunque tal vez no con el destino escatológico del Universo), desde el punto de vista de la existencia de un espíritu o gran arquitecto universal, generador de estructuras y de orden, que derrotan al caos primigenio.

También científicos como Sheldon Glashow estarían en esta línea, en sus reflexiones sobre la materia y la vida, estableciendo que la vida se encuentra en una posición intermedia entre el caos absoluto (muy alta entropía) y el orden más absoluto y cristalino.

La influencia de algunas ciencias, como la termodinámica, afecta a importantes doctrinas filosóficas como el existencialismo o a cualquier teoría que quiera defender una escatología teleológica o bien estocástica.

Las disgresiones de Silverberg, insertadas en la trama de Muero por dentro son muy apropiadas en el contexto en que aparecen, pues el protagonista trata de luchar contra todo su entorno debido al increíble don que ha recibido y que ahora parece estar perdiendo.

En otro post trataré un tema muy relacionado con esto: el gran Omega, un punto al final de los tiempos en que sería posible resucitar a todos los seres vivos que alguna vez hayan existido gracias a la singularidad tecnológica llevada a sus últimas consecuencias. Por muy de ciencia ficción que parezcan estos planteamientos, hay científicos muy serios que creen en ellos. Pero ya hablaremos de eso otro día.