Más alto
En la ciencia ficción y la
fantasía, abundan los megaedificios. Grandes construcciones verticales de
dimensiones más o menos colosales, que empequeñecen muchos de los actuales
edificios humanos. Veamos unos cuantos ejemplos:
-
Pirámide
de Mereen (Juego de Tronos): 243 m.
-
Torre
de Minas Tirith (El Señor de los Anillos): 305 m (aunque
parecen más).
- La máquina espacial de Contact:
340 m.
-
Torre
de Barad-Dûr (El Señor de los Anillos): 914 m (no sé si con
o sin ojo de Sauron incluido).
-
El
Millennium Gate (Star Trek: Voyager): 1.000 m.
-
La
torre de cristal (The Tower of Glass, Robert Silverberg):
1.500 m.
-
El Senado
de la República (Star Wars): 2.000 m.
-
La
pirámide de la Tyrell Corporation (Blade Runner): 2.491 m.
Y ahora comparémoslo con
edificios reales que podemos apreciar en nuestro mundo:
-
La
Gran Pirámide de Keops (Khufu): la única de las siete maravillas del mundo
clásico que ha sobrevivido al paso de los siglos. Tiene 139 m de altura.
-
La
Torre Eiffel: el edificio emblemático de la ciudad de París. Cuando se
construyó, los parisinos la odiaban y creían que duraría poco. Mide 300 m.
-
Empire
State Building: edificio de la ciudad de Nueva York, que durante un tiempo fue
el más alto del mundo. Mide 443 m.
- El One Word Trade Center, sucesor de las
Torres Gemelas, destruidas en el atentado del 11 de septiembre de 2001. Mide
541 m.
- El Burj Khalifa, el más alto del mundo,
situado en Dubai (Emiratos Árabes Unidos), con sus 828 m.
Como podemos
ver, en este caso, la ficción derrota por bastante a la realidad, aunque
ninguna de ambas ha dicho todavía la última palabra. Seguro que me dejo en el
tintero algún edificio ficticio aún más alto que los citados. Y es que la
imaginación no tiene que preocuparse de problemas arquitectónicos ni
estructurales.
De hecho, uno
de los “edificios” más altos imaginables, tal vez sería un ascensor espacial,
que tendría unos cuantos kilómetros de altura, aunque no sería propiamente un
edificio, pero sí algo que se le parecería mucho. Y lo podríamos encontrar
tanto en la ficción [Las fuentes del paraíso (The
Fountains of Paradise, 1979), de Arthur C. Clarke o La
telaraña entre los mundos (The Web Between the
Worlds, 1979), de Charles Sheffield], como en la realidad, en un
futuro tal vez no muy lejano.
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