23 marzo 2020

Más alto


En la ciencia ficción y la fantasía, abundan los megaedificios. Grandes construcciones verticales de dimensiones más o menos colosales, que empequeñecen muchos de los actuales edificios humanos. Veamos unos cuantos ejemplos:


-       Pirámide de Mereen (Juego de Tronos): 243 m.

-       Torre de Minas Tirith (El Señor de los Anillos): 305 m (aunque parecen más).

-       La máquina espacial de Contact: 340 m.

-       Torre de Barad-Dûr (El Señor de los Anillos): 914 m (no sé si con o sin ojo de Sauron incluido).

-       El Millennium Gate (Star Trek: Voyager): 1.000 m.

-       La torre de cristal (The Tower of Glass, Robert Silverberg): 1.500 m.

-       El Senado de la República (Star Wars): 2.000 m.

-       La pirámide de la Tyrell Corporation (Blade Runner): 2.491 m.

Y ahora comparémoslo con edificios reales que podemos apreciar en nuestro mundo:

-       La Gran Pirámide de Keops (Khufu): la única de las siete maravillas del mundo clásico que ha sobrevivido al paso de los siglos. Tiene 139 m de altura.

-       La Torre Eiffel: el edificio emblemático de la ciudad de París. Cuando se construyó, los parisinos la odiaban y creían que duraría poco. Mide 300 m.

-       Empire State Building: edificio de la ciudad de Nueva York, que durante un tiempo fue el más alto del mundo. Mide 443 m.

-       El One Word Trade Center, sucesor de las Torres Gemelas, destruidas en el atentado del 11 de septiembre de 2001. Mide 541 m.

-       El Burj Khalifa, el más alto del mundo, situado en Dubai (Emiratos Árabes Unidos), con sus 828 m.

Como podemos ver, en este caso, la ficción derrota por bastante a la realidad, aunque ninguna de ambas ha dicho todavía la última palabra. Seguro que me dejo en el tintero algún edificio ficticio aún más alto que los citados. Y es que la imaginación no tiene que preocuparse de problemas arquitectónicos ni estructurales.
De hecho, uno de los “edificios” más altos imaginables, tal vez sería un ascensor espacial, que tendría unos cuantos kilómetros de altura, aunque no sería propiamente un edificio, pero sí algo que se le parecería mucho. Y lo podríamos encontrar tanto en la ficción [Las fuentes del paraíso (The Fountains of Paradise, 1979), de Arthur C. Clarke o La telaraña entre los mundos (The Web Between the Worlds, 1979), de Charles Sheffield], como en la realidad, en un futuro tal vez no muy lejano.